Mari Valverde Cerezo nos recibe en su hogar de Córdoba, en el barrio de Ciudad Jardín, un piso 3º, eso sí con ascensor, por el que actualmente paga su renta con grandes dificultades. Su casa te transmite optimismo nada más cruzar el umbral. Macetas por todos los sitios, muchos tapices orientales, figuras, que luego te fijas que son hadas, amuletos y lamparitas por los muebles,
además de un sinfín de recuerdos que amontona con buen gusto en su comedor, hasta donde nos acompaña torpemente por sus grandes problemas de movilidad. Nos sentamos en un sofá y ella toma asiento en su butaca especial junto a la que se encuentra un portátil en un artilugio adaptado a sus necesidades. Del mismo surge una música relajante que no cesó en toda la entrevista y que junto al aroma que se respiraba (no le preguntamos qué era pero se parecía al sándalo) invitaba pasadas las seis de la tarde a una charla con esta mujer cuya voz cálida surgía, entre contenta y nerviosa, pero segura de sí misma.
Preparamos los aparatos de grabación y las cámaras de fotografía y, tras hablar un momento sobre su peculiar vivienda, sin más dilación empezamos a saber que Mari ha pasado unas 30 veces por el quirófano, por varios motivos, no sólo en su pierna dañada, sino por otros problemas de salud que ha padecido. Aún está pendiente de una nueva intervención para mejorar el aspecto de su pierna lastimada, una operación que la sanidad pública considera como cirugía plástica, de ahí la dificultad para acceder a esa intervención.
Sus recuerdos surgen sin vacilación, quizás con dolor, pero sin resentimiento hacia la vida, más bien con una constante recriminación al sistema sanitario cordobés. "Me escayolaron la pierna, el dolor era terrible, me mandaron a Córdoba y me dijeron que me habían destrozado la pierna, me quitaron la escayola, pero la pierna se me doblaba hacia adentro y no podía andar. Después de eso, año tras año me operaban y a los tres o cuatro meses la pierna se me doblaba de nuevo para adentro, he llegado a estar hasta ocho meses seguidos ingresada en el hospital", recuerda Mari.
En una de sus visitas al quirófano, era adolescente entonces y aún no había alcanzado la mayoría de edad cuando se originó un segundo problema, el daño estaba en la rodilla, pero tras una de las operaciones a la que fue sometida, el pie de su pierna operada fue dañado, lo que hizo que sufriera dolores insoportables que finalmente derivaron en un nuevo paso por el quirófano: "fue el marido de otra paciente, compañera de habitación, el que me quitó la escayola y comprobamos que el pie estaba negro, llevaba tiempo quejándome desde que me operaron pero los médicos no me hacían caso, y cuando lo vieron me llevaron corriendo al quirófano, y si llegan a tardar un par de horas más me tienen que cortar la pierna a vida o muerte; el pie se me había vuelto por completo, al tener la escayola se me había gangrenado, el pie se me quedó sin movilidad, como si fuera un trapo, fue en el hospital Reina Sofía", rememora Mari, quién señala que "luego, fue al cabo de varios años cuando me hacen la primera radiografía en el pie, ni eso me hicieron, yo entré al quirófano con el pie bien, y salí de esa manera, ¿qué es lo que pasó en aquella operación para que se me quedara el pie de aquella manera?". Baja la mirada y a nuestra pregunta sobre su juventud nos cuenta que se la pasó entre quirófanos, un tiempo entre hospitales donde no disfrutó como la gente de su edad.
Y como su odisea no acabó ahí, Mari se recupera y con una sonrisa nos cuenta que "luego seguí luchando, me ingresaron en el Hospital General de Córdoba, supuestamente para hacerme un estudio, y digo supuestamente porque lo primero que hicieron fue mandarme a un psiquiatra para preguntarme qué manía y obsesión tenía contra los médicos, entonces tenía un agujero en el pie supurándome, se lo enseñé y le dije que lo único que tenía en contra es que llevaba años luchando para que me curaran. No volví a ver al psiquiatra, pero empezaron a darme unas pastillas, tenía algo más de 20 años, como no tenía nada para tomar esos tratamientos pues no las tomaba, les preguntaba para qué eran y no me explicaban". Mari se sume en una leve congoja y nos afirma que con esas pastillas querían acabar con su vida y que eso lo averiguó después cuando pidió que analizaran una de esas pastillas y le confirmaron que eran una dosis muy fuerte de un medicamento que tomadas repetidamente podían matar a un caballo.
Ese carácter positivo y vitalista, señala Mari, incluso se ha convertido en ocasiones en un problema, ya que esa actitud vital puede llevar a engaño: "tengo que luchar contra esto, parece que algunos por estar así me quieren ver hundida, depresiva y tomando medicamentos. Después de tantos años veo todo esto como un aprendizaje".
Mari Valverde tiene ahora mismo claras sus demandas: "primero que me curen, segundo que me paguen el daño que me han hecho, por daños y perjuicios, y parar las atrocidades en los hospitales". ¿Pero por qué ahora sí aceptaría el dinero que reclama y antes no lo aceptó? Ante esa pregunta su respuesta fue clara: "aquel estaba manchado de sangre porque lo que pretendían era que me callara, y lo que yo quiero es sólo que me den lo que me corresponda por el daño que me han hecho". Y volviendo a las presiones explica con un hilo de indignación, han llegado incluso en ocasiones en el marco de la atención recibida en hospitales públicos, así recuerda por ejemplo los instantes antes de una de sus muchas operaciones: "en una ocasión cuando me iban a poner la anestesia, empezaron a gritarme y amenazarme, me decían que con tanto que salía en televisión y que estaba siempre en prensa qué iba a pasar ahí, eso fue en el mismo quirófano,... me quedé dormida con tanta angustia y terror que pensé que de ahí no salía". Tras nuestras miradas atónitas ella nos mostraba su sonrisa como diciéndonos que lo que a nosotros nos sorprendía tanto, ella lo tiene superado.
En la actualidad, y tras años de cesar en su actividad reivindicativa, ha reanudado su lucha: "me iban a operar de la rodilla para quitarme un bulto de grasa, pero tardaron nueve años en avisarme, después me avisaron de nuevo hace tres o cuatro años del Hospital San Juan de Dios, y ahora hace pocas semanas otra vez, en esta ocasión del Reina Sofía, en total llevo esperando 16 años para esta operación, por eso he vuelto otra vez a la lucha. He presentado una nueva reclamación, ya que se han negado a curarme y que me han dejado inválida, ahora lo que pido es me paguen por daños y perjuicios, no estoy dispuesta a verme como estoy en la calle". Su cara nos dejó un halo de tristeza, quizás el único.
Mari nos vuelve a dar su cara optimista y destaca que en su momento acudió al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, "los únicos que se han portado bien, han sido formales para responderme, algo que no han hecho ni el Defensor del Pueblo, la Junta de Andalucía y el Ministerio de Sanidad, que han tardado meses en contestarme y con respuestas absurdas, mentira tras mentira".
Su situación económica actual es complicada, imposibilitada para trabajar por el estado de su pierna, con una pensión que apenas le alcanza para pagar el alquiler del piso donde vive y para comer y pagar las facturas más básicas, como luz y teléfono. Tampoco ha tenido respuesta alguna de ayuda por parte de los servicios sociales del Ayuntamiento de Córdoba, ni ha podido acceder a viviendas de protección oficial pese a solicitarlo de manera repetida. Una situación por otro lado que ha sido frecuente a lo largo de su vida: "el primer piso en el que viví me costaba 15.000 pesetas al mes de alquiler y ganaba 20.000, no tenía dinero para coger el autobús y tenía que ir a la otra punta de Córdoba, al Brillante, andando a trabajar con la pierna reventada".
Los ahorros que tenía, fruto de una pequeña herencia, le han servido para sobrevivir en los últimos años, pero ese dinero se ha acabado: "además hace unos seis años tuve un tumor en la espalda, estoy viva porque tenía ese dinero y acudí a la sanidad privada, estaba paralizada, no podía mover ni los brazos, y pude sobrevivir con ese dinero. Cuando iba al médico me decían que era de los nervios, estuve ocho meses que ni siquiera podía coger un vaso de agua, el dinero me sirvió también para pagar a una persona que me ayudara cada día", recuerda Mari.
Hablando de su casa y de su paz espiritual terminamos deseándole suerte y prometiéndole que en breve aparecería este reportaje. Mari se merece una existencia digna, nosotros le damos las gracias porque aprendimos una lección de la vida con ella que será imborrable, esas lecciones que no aparecen en ningún libro de texto y que no se imparten en ninguna asignatura. Y el café, que no nos ofreció por culpa de los nervios de la entrevista y de lo que tanto se disculpó, puede ser un presagio para que volvamos a vernos otra tarde a charlar con la entrañable Mari y entonces saborearlo. http://www.surdecordoba.com/la-lupa/apuesta-la-vida-los-errores-medicos
CRÍMENES Y ATROCIDADES MÉDICAS
Mi lucha por la verdad y la justicia
40 año luchado por que me cure 14 año esperado para que me opere
http://miluchaporlapaz.blogspot.com.es/2015/02/reclamacion-al-hospital-reina-sofia.html