Una batalla de estilos

Por Illegalreturn

Tras las rondas divisionales del próximo fin de semana, habremos visto en acción a todos los equipos clasificados para los playoffs. Al mismo tiempo y para que comprobemos lo rápida que la post temporada transita, un 60% de los equipos que empezaron esta fase estarán ya en casa. Así es que me apresto a vivir los escasos fines de semana que restan hasta el cierre de la temporada con la emoción de cada choque. ¿Y quien quiero que gane?. Es una pregunta que con frecuencia me plantean estos últimos días. Descontando a los seguidores de las franquicias que aún quedan en liza, el resto de aficionados andan posicionándose a favor o en contra de alguno de los supervivientes con diferentes criterios: simpatía o antipatía hacia un equipo, predilección por un determinado jugador, tipo de juego, dirección técnica, etc... Así que para cuando llegue la Super Bowl podemos afirmar que el 90% de los telespectadores tendrán una preferencia hacia tal o cual finalista.
Yo afronto los aproximadamente treinta días que separan el final de la regular season de la Super Bowl de forma diferente. Evidentemente, a la hora de luchar por el Vince Lombardi, acostumbro a tener un favorito -el equipo que creo que ganará- y un preferido -el que equipo que quisera que ganase-. Contadas son las ediciones en las que, frente al televisor y hundido en la butaca, no he llegado a establecer una o ambas selecciones.

Pero hay un debate mucho más de fondo que conocer al ganador de cada edición y ese es el de calibrar la evolución en el estilo de juego del football americano. Existe una teoría, de argumentos muy razonables, según la cual, con el paso de los años, la NFL evoluciona de lo que podríamos llamar "football tradicional" hasta un "football fantasy". El primero podría describirse, a muy grandes rasgos, por la búsqueda de un equilibrio entre la potencia ofensiva y la resistencia defensiva, un poder de pegada basado en el ataque terrestre, con running backs dominantes y donde el quarterback desempeña un rol de administrador de los drives. De ahí la manida frase que confía en la defensa para conquistar los campeonatos mientras que reserva para el ataque la única misión de ganar los partidos; toda una declaración del juego balanceado. En cambio, el "football fantasy" estaría perfectamente descrito tomando los ejemplos actuales de Green Bay Packers o New Orleans Saints, equipos totalmente desequilibrados en cuanto a la efectividad de sus defensas comparadas con sus ataques -o viceversa-. Los nuevos ídolos serían esos receptores y, principalmente, quarterbacks capaces de lanzar y lanzar como máquinas expendedoras. A ello contribuiría una reglamentación concebida para potenciar el juego de ataque, alentando las exhibiciones del juego aéreo tan corrientes hoy en día en base, entre otras, a una protección excesiva del quarterback y a unas normas demasiado punitivas contra las defensas.
En realidad, el ganador del Vince Lombardi de este año no demostrará nada. Simplemente supondrá un dato más en la serie de campeones de la última década. Atendiendo a la clasificación que Willy Bistuer ha confeccionado -y con la que casi coincido en un 100%- de los más recientes campeones de la Super Bowl bajo tres etiquetas (equipo defensivo, equilibrado u ofensivo), obtendremos los siguientes resultados:

Dos argumentos son fácilmente extraíbles de esa relación: Por un lado, los equipos equilibrados se imponen claramente a cualquier otro modelo. Por otro, no parece que exista una evolución hacia una mayor preponderancia del poder ofensivo. Es una realidad innegable que el juego aéreo ha aportado unos registros mayores, los quarterbacks consiguen más yardas de pase que en cualquier otro momento en la historia de la liga. Y no es un fenómeno excepcional; Rodgers, Brady o Brees, al unísono, están en disposición de destrozar cualquier estadística. Sin ir más lejos, Joe Montana jugó durante 16 temporadas en la NFL. En ocho ediciones superó las 3,000 yardas de pase y su mejor marca personal quedó fijada cuando, en 1990, lanzó para 3,944 yardas. En sus once temporadas, Drew Brees ha lanzado más de 4,000 yardas en seis ocasiones, en dos de ellas ha excedido las 5,000 yardas, estableciendo un nuevo récord en las 5,476 yardas.

Vayamos al otro extremo del ataque. Desde mediados de los 70 hasta mitad de los 80, Walter Payton (Chicago Bears) consiguió que la hierba jamás volviera a crecer tras las 15,269 yardas que dejó atrás. En sus 15 temporadas superando trincheras, el genial running back de los Dallas Cowboys y Arizona Cardinals, Emmith Smith, corrió durante la década de los 90 para 18,550 yardas. Y casi en la misma época, Barry Sanders (Detroit Lions) desesperaba a las defensivas rivales cabalgando a través de 15,269 yardas. Si damos un salto a la época actual y tomamos como referencia a uno de los últimos running back "clásicos", LaDainian Tomlinson (San Diego ChargersNew York Jets), ha sido uno de los más destacados runners aunque probablemente no podrá alcanzar las 14,000 yardas.
Pero parece que, a tenor de lo analizado, se requiere también de una defensa capaz de frenar los envites contrarios. Seguramente nadie excepto los Tampa Bay Buccaneers de hace casi 10 años ha fundamentado sus triunfos en base a una defensa dominante. Ya casi nadie apuesta por seguir los pasos de aquella Steel Curtain que aterrorizó en los setenta. Pero también es justo observar que ningún equipo puramente volcado en su ofensiva ha conseguido levantar por encima de sus cabezas el Vince Lombardi, ¿estaremos este año ante la primera ocasión?.
Esta es solo una faceta más a tener en cuenta cuando consideremos el resultado de la próxima edición de la Super Bowl. Os invito a disfrutar de esta post temporada y a vivir los enfrentamientos de los próximos fines de semana con pasión. Como véis, la diversión no solo está en saber qué jugador será el más valioso o quien se llevará el gato al agua. Ni siquiera si los Packers serán capaces de revalidar el título. Hay muchas otras preguntas sin resolver. Si parpadeas, te lo pierdes.