Duguay, 42 años después de la versión anterior, logra una película humanísima, emocionante y llena de coraje, alejada de cualquier tentación de revanchismo, con momentos de tensión bien dosificados y personajes que derrochan una generosidad cercana al heroísmo. Este cierto “limado” de aristas, que algunos críticos le reprochan, convierte sin embargo a la cinta en un producto enormemente positivo e ideal para un público amplio.
A lo largo del filme aparecen comportamientos mezquinos y malvados, pero hay mucha más bondad: personas de buen corazón que, con independencia de raza o religión, reconocen la dignidad de cualquier ser humano y corren riesgos para ayudar a unos niños. Precisamente a estas víctimas inocentes se refería Joseph Joffo en una entrevista reciente: “A causa del terrorismo, muchos niños se ven también hoy obligados a huir de sus casas. Como nosotros hace años, ellos se encuentran en los caminos totalmente aislados y abandonados a sus propios recursos. Espero que la película nos estimule a interrogarnos sobre el destino de estos niños y de estas familias desgarradas”.