En este mundo de la comunicación siempre he pensado que las prisas, la precariedad y las presiones terminan por construir una burbuja, que al final convierte al periodista en un ser ajeno a esa misma realidad sobre la que quiere contar historias. La cantidad de horas que se pasan en una redacción o un estudio, sin respirar los aires de las calles, aumenta el riesgo de crecer en excentricidad y aislamiento. La lectura de Voces Humanas, de la escritora inglesa Penélope Fitzgerald, ha venido a satisfacer mi sesgo de confirmación al respecto. Este libro nos presenta una serie variopinta de personajes masculinos y femeninos, trabajadores todos de la BBC en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en una ciudad de Londres que se enfrenta a los bombardeos y a la amenaza de la invasión nazi.
Buena parte de los protagonistas crean una burbuja para poder sobrevivir dentro de un colectivo que se aferra a la calidad de las grabaciones o la acústica de la sala reconvertida en alojamiento para los trabajadores, en las largas noches de guardia y bombardeos. Con ironía y aparente frivolidad, Fitzgerald saca a la luz el machismo y el acoso laboral a las trabajadoras más jóvenes, la frustración de los diferentes departamentos y un escaso miedo a la guerra, con una BBC centrada en conseguir la información "más veraz" y un personal invadido por el cinismo.