Por Hogaradas
Llegó hace diez ańos de su país natal, Senegal, uno más de tantos como a diario nos encontramos frecuentando calles y bares vendiendo objetos de todo tipo.
En nuestro primer encuentro fue imposible mantener ni la más mínima conversación, el senegalés no era nuestro idioma ni el espańol el suyo, y ni el francés ni el inglés nos sirvieron en aquella ocasión para que el lenguaje nos ayudara, así que recurrimos a los gestos para intentar un acercamiento.
No hicieron falta las palabras para que desde aquel momento existiera una buena sintonía entre nosotros, esa que pasados los ańos sigue viva y ahora además enriquecida con el intercambio de palabras.
Forma parte del barrio y éste se queda cojo sin su presencia; sus largas piernas y ese carrito que ya parece una prolongación de sí mismo forman parte del paisaje diario, de nuestra vida cotidiana, al igual que él, siempre ofreciéndonos su amplia sonrisa, con su mano siempre extendida para saludarnos, esa mano enorme cuya cercanía con la nuestra hace que esta última se vea pequeńa e insignificante.
Nunca he visto en él un mal gesto, jamás, ni seńal ninguna de pena o dolor, que seguro ha habido y habrá, más de lo que podamos imaginar; nunca lo he visto presa del desánimo, ni quejándose de cansancio, nada, su fortaleza interior es todavía más fuerte que su cuerpo, y su mente una privilegiada que le ayuda seguramente a superar muchos de esos días en los que probablemente si no fuera con su ayuda se vendría abajo.
Nosotros deberíamos tomar buen ejemplo de personas como él, porque teniéndolo todo, muchas veces somos lo suficientemente egoístas para quejarnos, para perdernos en tonterías, para distraernos con cosas que no merecen la pena y olvidarnos de lo privilegiados que somos por todo y todos quienes nos rodean.
Pero como dice el refrán “uno recoge lo que siembra” y él recoge a diario todo el carińo y toda la solidaridad de quien le invita a un café, a un zumo, a una de esas magdalenas que tanto le gustan, pero sobre todo y mucho más que eso, de todos quienes a diario le estrechamos nuestra mano, le recibimos con una sonrisa, conversamos con él, y hacemos con esos pequeńos gestos que no se sienta tan solo, que sepa que estamos aquí para cuando nos necesite, que somos sus amigos, sus vecinos, que este es su barrio y que estamos encantados de que forme parte de él, que lo echamos muchísimo de menos, aunque nos alegre enormemente, cuando se va tres ó cuatro meses de vacaciones a ver a su familia, que nos alegramos cuando regresa…
El sábado era Nochebuena, ese día en el que todos nos reunimos con nuestra familia, en el que las mesas se engalanan, lucen sus mejores manteles, la mejor vajilla, los mejores manjares y los no menos exquisitos licores.
La mańana transcurría como todos los ańos, por el barrio, entre vecinos, deseándonos todos una Feliz Navidad, hasta que llegó él. En la calle, aprovechando el sol y el calor de sus rayos se fundió en un abrazo con todos y cada uno de los que allí estaban, para continuar dentro del local, desde la puerta hasta donde nos encontrábamos nosotros. En sus enormes manos una preciosa caja roja, y dentro de ella espumillón plateado, entre el que se podían ver unos billetes, la colecta de la solidaridad, la recompensa a quien sin pedir nada a cambio nos da tanto día tras día, la respuesta a la entereza, al saber estar, al agradecimiento continuo con sus múltiples gestos a todos y para todos, grandes y pequeńos, no importa, cada uno de nosotros tiene cabida en su corazón y es por eso que él después de todos estos ańos y hace tiempo ya, se ha ganado el nuestro.
Se fue con su caja roja metida dentro de una bolsa y dentro de ella ese dinero que seguramente ya estará en manos de su familia, por quienes está haciendo el sacrificio de no compartir el día a día con su mujer y sus hijos, pero sobre todo, dentro de esa bolsa y de esa caja se llevó una parte del corazón de todos quienes le queremos, de toda esa gente anónima a la que día a día fue conquistando y que hoy forma parte ya de su familia espańola.
El color de la caja era rojo, como rojos son todos los corazones que escondidos dentro, se llevó para su casa.