Lo único que le queda a Zach es su pasión, su obsesión por la obra y la vida de Charles Aubrey, un famoso pintor al que su abuela presumía de haber conocido íntimamente en los años treinta durante unas vacaciones en la costa de Dorset. Así que es allí donde decide marcharse Zach para investigar sobre la vida de Aubrey e intentar terminar un libro sobre el artista con el que poner un poco de orden en su caótica existencia. Allí Zach conoce a Dimity Hatcher, Mitzy para los amigos, una anciana que vive sola y aislada en The Watch, una mansión situada en medio de los acantilados. Es solitaria, extraña. Tiene mucho que ocultar, pero también mucho que contar a quien quiera escucharla. Ayudándola a hacer sus misteriosos hechizos protectores, Zach poco a poco logrará ganarse su confianza y entre taza y taza de té conseguirá que le cuente parte de su pasado, de su historia y de su sorprendente y apasionada vida. Al mismo tiempo que Zach, los lectores descubrimos, página a página, cómo fue la vida de Dimity cuando era una niña. Cuando vivía en una chabola con Valentina, su madre, la bruja del pueblo que la maltrataba y que, para malvivir, le obligaba a ayudarle en su trabajo, recogiendo hierbas, haciendo pócimas y vendiendo los remedios milagrosos que todo el pueblo de Blacknowle utilizaba aunque jamás lo reconociesen. En esa época Dimity era una niña harapienta, solitaria, tímida, pero su vida cambió de la noche a la mañana cuando un verano la familia de Charles Aubrey llegó al pueblo a pasar sus vacaciones en una mansión cercana a la casa de la pequeña Mitzy. La niña quedó al instante fascinada por Charles, pero también por su hija mayor, Delphine, más o menos de su misma edad y con quien enseguida nació una gran amistad. También por Élodie, la hija menor, mimada, consentida, egoísta, infantil, celosa, posesiva. El vivo retrato de Celeste, su madre. Poco a poco, página a página, frase a frase, tanto Zach como los lectores iremos conociendo la relación que mantuvo Dimity con la familia Aubrey, su fascinación, su pasión, su amor, su obsesión por Charles y, al mismo tiempo, la irresistible atracción que la chiquilla despertaba en el pintor a pesar de ser solo una niña. Una atracción que crecerá no solo en Dorset, sino también en Fez, en Marruecos, a donde Charles, Celeste, Delphine, Élodie y Dimity viajarán durante unas vacaciones que cambiarán sus vidas para siempre y las llenarán de secretos, de mentiras, de celos, de amor, de pasión, de obsesión, de fantasmas. De vuelta al presente, Zach conocerá también a Hannah, una mujer solitaria, ruda, fuerte, que vive y trabaja en la granja situada junto a la casa de Dimity. Ella es su única vecina y no está dispuesta a que nadie moleste a la anciana con absurdas preguntas ni mucho menos le haga sufrir obligándole a recordar su pasado, su vida, su historia, una historia llena de amor, de pasión, de obsesión, pero también de soledad, de sufrimiento, de miedo, de angustia y, por encima de todo, de recuerdos, recuerdos demasiado dolorosos, reales y cercanos, tanto como los fantasmas que día a día, noche a noche, la atormentan. Una canción casi olvidada es una novela intensa, profunda, fascinante, que nos atrapa y seduce desde la primera hasta la última página. Que nos habla con murmullos y susurros, como el viento que sopla en los acantilados, que nos acaricia como las olas del mar, que nos envuelve como la niebla y la bruma. Una historia que puede ser dulce, tierna, inolvidable, cálida y al mismo tiempo perturbadora, desgarradora, cruel, dolorosa. Una novela que nos habla de secretos, de mentiras, del pasado, de sentimientos, de culpa, de maldad, de hechos ocultos y escondidos y que, sin embargo, a pesar de no ser dichos, han marcado el pasado, el presente y el futuro de sus protagonistas para siempre. Una historia que nos recuerda que no podemos cambiar el pasado, ni tampoco huir de él, ni siquiera podemos enterrarlo, ahogarlo, hundirlo en las profundidades del mar, porque siempre, por más que huyamos, logra alcanzarnos. Una historia que nos recuerda asimismo que todos tenemos secretos, cosas que ocultar y esconder de las preguntas y las miradas de los demás. Porque todos somos capaces de lo mejor, pero también de lo peor. Una historia, en definitiva, que se queda en nuestra mente y nos deja grabado profundamente su recuerdo, su eco, igual que esa canción que creíamos tener casi olvidada.
Una canción casi olvidada, de Katherine Webb
Publicado el 25 noviembre 2012 por Goizeder Lamariano MartínLo único que le queda a Zach es su pasión, su obsesión por la obra y la vida de Charles Aubrey, un famoso pintor al que su abuela presumía de haber conocido íntimamente en los años treinta durante unas vacaciones en la costa de Dorset. Así que es allí donde decide marcharse Zach para investigar sobre la vida de Aubrey e intentar terminar un libro sobre el artista con el que poner un poco de orden en su caótica existencia. Allí Zach conoce a Dimity Hatcher, Mitzy para los amigos, una anciana que vive sola y aislada en The Watch, una mansión situada en medio de los acantilados. Es solitaria, extraña. Tiene mucho que ocultar, pero también mucho que contar a quien quiera escucharla. Ayudándola a hacer sus misteriosos hechizos protectores, Zach poco a poco logrará ganarse su confianza y entre taza y taza de té conseguirá que le cuente parte de su pasado, de su historia y de su sorprendente y apasionada vida. Al mismo tiempo que Zach, los lectores descubrimos, página a página, cómo fue la vida de Dimity cuando era una niña. Cuando vivía en una chabola con Valentina, su madre, la bruja del pueblo que la maltrataba y que, para malvivir, le obligaba a ayudarle en su trabajo, recogiendo hierbas, haciendo pócimas y vendiendo los remedios milagrosos que todo el pueblo de Blacknowle utilizaba aunque jamás lo reconociesen. En esa época Dimity era una niña harapienta, solitaria, tímida, pero su vida cambió de la noche a la mañana cuando un verano la familia de Charles Aubrey llegó al pueblo a pasar sus vacaciones en una mansión cercana a la casa de la pequeña Mitzy. La niña quedó al instante fascinada por Charles, pero también por su hija mayor, Delphine, más o menos de su misma edad y con quien enseguida nació una gran amistad. También por Élodie, la hija menor, mimada, consentida, egoísta, infantil, celosa, posesiva. El vivo retrato de Celeste, su madre. Poco a poco, página a página, frase a frase, tanto Zach como los lectores iremos conociendo la relación que mantuvo Dimity con la familia Aubrey, su fascinación, su pasión, su amor, su obsesión por Charles y, al mismo tiempo, la irresistible atracción que la chiquilla despertaba en el pintor a pesar de ser solo una niña. Una atracción que crecerá no solo en Dorset, sino también en Fez, en Marruecos, a donde Charles, Celeste, Delphine, Élodie y Dimity viajarán durante unas vacaciones que cambiarán sus vidas para siempre y las llenarán de secretos, de mentiras, de celos, de amor, de pasión, de obsesión, de fantasmas. De vuelta al presente, Zach conocerá también a Hannah, una mujer solitaria, ruda, fuerte, que vive y trabaja en la granja situada junto a la casa de Dimity. Ella es su única vecina y no está dispuesta a que nadie moleste a la anciana con absurdas preguntas ni mucho menos le haga sufrir obligándole a recordar su pasado, su vida, su historia, una historia llena de amor, de pasión, de obsesión, pero también de soledad, de sufrimiento, de miedo, de angustia y, por encima de todo, de recuerdos, recuerdos demasiado dolorosos, reales y cercanos, tanto como los fantasmas que día a día, noche a noche, la atormentan. Una canción casi olvidada es una novela intensa, profunda, fascinante, que nos atrapa y seduce desde la primera hasta la última página. Que nos habla con murmullos y susurros, como el viento que sopla en los acantilados, que nos acaricia como las olas del mar, que nos envuelve como la niebla y la bruma. Una historia que puede ser dulce, tierna, inolvidable, cálida y al mismo tiempo perturbadora, desgarradora, cruel, dolorosa. Una novela que nos habla de secretos, de mentiras, del pasado, de sentimientos, de culpa, de maldad, de hechos ocultos y escondidos y que, sin embargo, a pesar de no ser dichos, han marcado el pasado, el presente y el futuro de sus protagonistas para siempre. Una historia que nos recuerda que no podemos cambiar el pasado, ni tampoco huir de él, ni siquiera podemos enterrarlo, ahogarlo, hundirlo en las profundidades del mar, porque siempre, por más que huyamos, logra alcanzarnos. Una historia que nos recuerda asimismo que todos tenemos secretos, cosas que ocultar y esconder de las preguntas y las miradas de los demás. Porque todos somos capaces de lo mejor, pero también de lo peor. Una historia, en definitiva, que se queda en nuestra mente y nos deja grabado profundamente su recuerdo, su eco, igual que esa canción que creíamos tener casi olvidada.