El otro día me reencontré con esta carta mecanoscrita de Vicente Aleixandre, cuya copia guardo desde hace mucho tiempo y que está fechada hace exactamente treinta y ocho años. Yo tenía diecinueve, estaba en segundo de Filología, y vivía en una residencia universitaria con compañeros con los que compartía muchas inquietudes, desde el deporte hasta la poesía, desde hacer teatro hasta salir de cañas. Cañas —Jesús Cañas— fue nuestro mentor y guía como director de las actividades culturales de la «Resi» y luego profesor y amigo de algunos de un grupo en el que había estudiantes también de Derecho, de Historia, un sacerdote, un profesor del antiguo Instituto Politécnico de Formación Profesional que estaba en la calle Gómez Becerra, un hostelero que nos financió un premio literario además de darnos clases magistrales de humanidad, y un full professor de Michigan State University, que nos paseaba por Cáceres en un Lincoln americano —o marca parecida— muy llamativo aquí por aquellos años. Juntos editamos una revista que se llamaba Residencia, a la que luego añadimos los apellidos de Cuadernos de Cultura. Publicamos quince números, en diferentes épocas, hasta 1989, porque la seguimos manteniendo cuando ya formábamos parte de aquel departamento de Filología Española de la UEX. No recuerdo si fue cuando ideamos una sección titulada «Señas de identidad» en la que queríamos dar un poema manuscrito de autores de renombre, y fue en el curso 1981-1982 cuando escribimos a varios escritores, y respondió con ese texto Aleixandre, Premio Nobel de Literatura en 1977. A su muerte, en diciembre de 1984, y en homenaje, publicamos la carta con una entradilla en el número 11, de 1985 (pág. 12), de Residencia. Cuadernos de Cultura. Lo he querido recordar hoy, después de tanto tiempo, en fecha exacta.