Hay tres cosas que me interesan. Primero el deseo de hablar sobre Charleroi y de Córcega, ambas son dos regiones que conozco bien.
Segundo un deseo por explorar la idea de que alguien tenga el destino en sus propias manos. Conozco a mucha gente de treinta años que se levanta por las mañanas preguntándose si han escogido el camino correcto, y se conforman con sus pequeñas y aburridas vidas.
Y finalmente, mi deseo de trabajar con Christelle Cornil. Con estos tres elementos como punto de partida, he creado el personaje de una treintañera soñando con una vida mejor.
Partiendo de una ciudad tan gris como Chareloi, de donde yo vengo, un viaje a Corcega se convierte en el sueño mas lógico. Es un sentimiento muy personal que viene de viajar a alli. Es un lugar fascinante para mí. El verano en Córcega es como se ve en la tele: el turismo, el folclore del canto polifónico corso. En invierno, es un ambiente inhóspito y sin nadie alrededor: pueblos donde sólo hay ancianos, panaderías donde el pan se entrega sólo cada tres días, carreteras que hacen dificultoso
Por otro lado, hoy en día, las personas han perdido por completo la cercanía con la naturaleza. Dos o tres veces al año, vamos al campo como si de un museo se tratase. Al personaje le gusta la naturaleza, como una chica bien educada le gustan los pandas y los animales del Zoo. Y de repente, el personaje descubre el poder de caminar kilómetros y kilómetros sin la presencia de otro ser humano, y se siente realmente bien.
La pregunta que lanza la película es: ¿Hay vida antes de la muerte? Intentar cambiar las cosas no es el problema. Pero nunca haberlo intentado es horrible. La frustración es algo contra lo que tenemos que luchar.