Hay tres lugares en España donde se dice que se encuentran buenos espárragos blancos: en Navarra, donde siempre han tenido esa fama; en Tudela de Duero, donde según algunos cocineros ilustres están los mejores; y en Aranjuez, donde se cultivan de nuevo los llamados "pericos".
Aprovechando que hoy ha sido festivo en Madrid y teníamos tiempo de sobra, tras comer con unos amigos y tomarnos unos gintonic, me he animado y he decidido que podríamos usarlos para la cena.
La manera de prepararlos es realmente sencilla, aunque algo laboriosa. Consiste básicamente en pelarlos, preferentemente con un pelapatatas, a conciencia para dejar solamente el corazón del espárrago. Una vez hecho esto, se ponen a cocer en una olla con azúcar y sal durante unos 20 ó 30 minutos, hasta que al pincharlos estén blandos. Se sirven con aceite o con mayonesa o con ambas. Yo, particularmente, nunca le pondría más que un chorrito de aceite de oliva virgen, pero supongo que en la variedad está el mal gusto.
El resto de la cena me la proporcionó mi madre, al darme dos butifarras, que había comprado en La Garriga, una carnicería en Madrid que vende auténticos productos catalanes. También es realmente fácil prepararlas: basta con ponerlas en una sarten, llenarla con agua y un chorro de vino blanco hasta cubrir las butifarras por completo y ponerla en el fuego a intensidad alta para que se ponga a hervir. Después, es cuestión de dejar que se consuma el agua por completo y en el último momento, añadir un chorrito de aceite para dorar un poco las butifarras. Este proceso llevará una media hora. Una vez terminado, las sirves, con el acompañamiento que más rabia te dé. Espectaculares.
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