Y en ese Norte la capa blanca de la panzaburro. Y todo el mundo quejándose del alisio y de las nubes. Las banderitas de colores de las calles del Puerto, la espuma de las olas esperando a que embarquen la virgen. Las tardes eternas. El verano. Y la ventana abierta, y las sábanas revueltas, y la respiración en el otro cuarto y de vez en cuando, rasgando la noche unas palabras en el ala del sueño.
Todo parece una pesadilla y añoro quizás la lluvia, la brisa fresca y la caricia de los rayos de sol entrando por la mañana en un día nublado.
Vendrán ahora muchos días soleados, arena en los tobillos, el salitre en la espalda, y una chica a lo lejos paseando un perro por entre el malpaís, con un libro en la mano. A lo lejos.