No sé por qué me ha dado por ejercer de profesional de marketing fuera de la oficina para profundizar sobre un hecho que cada vez me alucina más: el canon de la belleza, las exigencias de la moda y las expectativas actuales. Podría echarme flores y decir que he estado investigando largo y tendido para encontrar toda esta información, pero lo cierto es que he seleccionado las últimas revistas que me he comprado, y ésto es lo que rezaba en sus portadas, entre otras cosas:
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Tonifica ésto, come aquello, adelgaza con estos consejos, tips para tener un vientre plano y un culo firme, recetas para mantener la línea sin pasar hambre (mentira) Sé tú misma, sí. Pero finge que eres otra. Ése parece el eslogan más vendido últimamente. La belleza natural es lo que busca un hombre. Claro, estamos de acuerdo. Pero ay de ti como salgas con esas ojeras sin maquillar a la calle, o como te vean sin peinar.
Ni se te ocurra comer comida basura. Olvídate de llevar ropa ancha o sudaderas, es muy masculino. Si te cortas el pelo, combínalo con conjuntos femeninos para contrarrestar la testosterona de tu nuevo look. Píntate las uñas, y no te las muerdas, no es bonito. Dime lo que piensas, pero no sueltes improperios, no es digno de una mujer hecha y derecha. Ponte tacones, aunque duela. Sal a correr, o apúntate a un gimnasio después del trabajo, pero no te olvides de dejar algo de tiempo para depilarte las piernas, las axilas, los brazos, muslos, entrepierna y hasta las cejas. ¿Has leído lo último en retoques?
No soy nadie para decirte lo que tienes que hacer, porque yo te entiendo. He caído y caigo exactamente en las mismas prácticas de la mujer del siglo XXI: compro esas revistas, leo los consejos de salud y belleza, como ensaladas, voy al gimnasio seis días a la semana y los domingos salgo a correr, me cuido dentro de lo que cabe y me siento (muy) culpable cuando me zampo un bollo, galleta no dietética o me paso con el pan. Pero yo no lo hago para satisfacer a los demás; no lo hago para que los tíos se fijen en mí, los jefes me asciendan o pueda hacerme selfies en ropa interior.
Mis motivos erradican en una infancia llena de insultos porque me gustaba (y me gusta) comer, sobre todo dulces. Era una niña rellenita que pasó a ser una adolescente rellenita que jamás se molestó en preocuparse por su físico, pero lloraba porque los chicos siempre la rechazaban. Un buen día decidí poner punto y final a mis lamentaciones, y hacer algo al respecto. Me apunté al gimnasio y fui alternándolo con comida sana y algún atracón que otro (ya sabes, el día trampa) como premio a tanto esfuerzo.
Eres humana, solo vivirás una vez y la vida es maravillosa. Así que cómete el maldito cupcake rojo aterciopelado. (Emma Stone)
Y yo ahora me pregunto. ¿Dónde está el límite entre mantenerse en forma y encajar con los nuevos cánones de belleza? Eso sí. Siempre nos repetirán que a un libro nunca se le juzga por la portada y la belleza está en el interior.
Yo soy yo. Tomé medidas porque no me parecía justo que mi físico pudiera atormentarme, acomplejarme y limitarme tanto a la hora de hacer mi vida normal. Lo que quiero decirte es que si quieres comer, come. Si quieres disfrutar de un donut con un buen chocolate caliente, adelante. Hazlo. Y si quieres pasarte a la vida sana porque quieres sentirte mejor contigo misma y no quedarte sin aire al subir unas escaleras, pues bienvenido sea. Es tu salud, tu cuerpo y tu vida, y todas las decisiones que tomes deberías hacerlas en base a ti misma, y no a lo que los demás quieran, esperen o busquen de ti.
No voy a matarme de hambre por un papel. No quiero que las niñas piensen “quiero parecerme a Katniss, así que voy a saltarme la cena” Es algo que tuve presente todos los días durante el entrenamiento. Intentaba que mi cuerpo estuviera fuerte y en forma, no flaco y malnutrido. (Jennifer Lawrence)
Me hace gracia aquellas muchachas que se matan en el gimnasio por aparentar y gustar a los chicos, luego se quejen de que las tratan como objetos sexuales. Si priorizas cultivar tu físico y te olvidas de enriquecer tu mente entonces es normal que los demás no vean en ti más que lo que muestras: una perfecta y esbelta cáscara curtida a diario. Sé tú misma, y a la mierda lo que piensen los demás. Parece un tópico, pero es cierto: si te quieren, tienen que quererte tal como eres; alta, flaca, más ancha, estrecha, rubia, morena, con o sin pecas, no importa. Y si mi teoría no te convence, fíjate en aquellas personas que se mueren de hambre, o que tienen cáncer y se arrepienten de haber perdido tanto tiempo de sus vidas en cosas que ahora les parece lo más absurdo del mundo. Los cánones deberían estar prohibidos.
Así que, con tu permiso, voy a hacerme un bocadillo de Nutella. Porque este pequeño placer no lo cambio por nadie. Ni siquiera por Brad Pitt. Bueno, si es Brad Pitt a lo mejor me lo pienso. Pero a los demás, que les den.
Viva el chocolate y las sonrisas.