Una chica llamada Theresa Stern

Publicado el 16 mayo 2016 por Tucho

Hay nombres que para el mundo son desconocidos pero para una pequeña porción de gente resultan salvadores. Richard Meyers y Tom Miller deben entrar en esa categoría de tipos al rescate de semejantes. Uno nacido en Kentucky, el otro en New Jersey, se conocieron en la Sanford School de Delaware hacia 1966, durante el único año en que Meyers asistió a esa escuela. Su buena química los llevó a ratearse y hacer dedo hasta llegar a Alabama, donde tras semanas de fuga llevaron a cabo su primera obra conjunta: incendiar un campo. Cayeron presos bajo la carátula de “incendio y vandalismo”. ¿Las excusas? Tom dijo que lo hicieron para no tomar frío, Richard que quería ver cómo ardía en llamas. La policía los devolvió a sus familias, es decir, cada uno a su estado de origen.
Al tiempo volverían a hacer de las suyas y a la larga llegarían a la misma ciudad, New York. Meyers ni terminó la secundaria: se mudó  allí para comenzar su carrera de poeta. Fue entonces cuando conoció al también poeta David Giannini, con quien empezó a publicar revistas y libros. En 1971, Richard creó su propia editorial, Dot Books; ese mismo año, junto a su reencontrado amigo de la secundaria, publicó un libro de poesía bajo el seudónimo de Theresa Stern. La poeta apócrifa puso la cara en la portada de Wanna go out?, tal el nombre de la obra: un rostro de aspecto extraño, borroneado, andrógino, anguloso y sombrío. Theresa surgió de la conjunción de fotos de los dos autores disfrazados de mujer, superpuestos y desenfocados.
Al año siguiente, M&M irrumpieron en la música y formaron The Neon Boys junto al baterista Billy Ficca. Miller tocaba la guitarra, Meyers el bajo, y ambos cantaban y componían el repertorio en partes iguales. La formación fue el precedente de lo que a partir de 1974 -ya con el guitarrista Richard Lloyd- se llamó Television. La primera reseña periodística del grupo la firmó una tal Patti Smith, que al poco tiempo sería amiga inseparable y otra de las animadoras de una escena musical incipiente, esa que tuvo su punto de partida cuando Television, en 1974, inauguró un tugurio que devendría célebre: el CBGB. Ellos mismos ayudaron a construir el escenario.
Pero hacía rato que Meyers y Miller habían cambiado sus apellidos. Ya eran Richard Hell (según él mismo, el apellido describía su condición) y Tom Verlaine (en homenaje al poeta simbolista Paul).
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El romance entre ambos acabó en el ’75: Hell dejó Television porque Verlaine había tomado el control y privilegiaba sus canciones por sobre las del amigo. Sólo aceptaba tocar una pieza ajena: “Blank generation”. En medio de un demo producido por Brian Eno, Hell dijo chau. Jerry Nolan y Johnny Thunders aprovecharon la movida y lo convocaron -tras renunciar a New York Dolls- para formar The Heartbreakers, otro bastión del movedizo punk neoyorkino, en su vertiente más glam y bardera. El amor también duró poco, quizá como en aquella vieja canción de Richard donde viene de a chorros. Fueron ocho meses. Mientras tanto, Television siguió su camino con un bajista que, según el propio Verlaine, se adecuaba más a la idea del grupo. Dijo Tom: “nuestro bajista, ante la popularidad que teníamos y sus ganas de ser famoso, decidió abandonarnos, lo que me pareció estupendo, pues pudimos reemplazarlo con un músico afín a lo que deseaba hacer: Fred Smith. Eso nos pulió”. Versiones cruzadas.
¿Cómo siguió Meyers? Con Richard Hell and the Voidoids. Cabeza de ratón. Bautizó al grupo con su nombre y el de su primer libro.
1977 sería el año para estas dos leyendas errantes. Con Marquee moon y Blank generation, Verlaine y Hell se alzaron a sí mismos hacia la cumbre del punk de ambos lados del Atlántico: pocos álbumes son, al día de hoy, tan influyentes como aquellos dos y tan díscolos para con la etiqueta. Trascienden el género. Ambos son los primeros registros de sus vidas y, desde las tapas, revelan una frescura que todavía hiela la sangre. Miren si no a los cuatro Television retratados por Robert Mapplethorpe, sobrehumanos, casi aliens, pétreos y bellos. Hell, a pesar de haber conformado un grupo notable -con dos guitarristas que delinean todo, Ivan Julian y Robert Quine, y el registro de Marc Bell, mejor conocido como Marky Ramone, en batería- sale solito en la portada. Hay dos carátulas: la original, con Meyers mostrando su pecho al aire. En él lleva escrita una frase incompleta: “You make me ___”. La toma dos lo tiene a RH con su camisa a lunares toda rota, gafas oscuras y labios que parecen pintados. Su imagen fue, dicen que dicen, inspiradora para la iconografía que luego fabricó Malcolm McLaren con los Sex Pistols. A Hell le salió naturalmente.
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Marquee moon y Blank generation son discos complementarios. Si se abona a la teoría de Verlaine, lo de Television es más preciso, poético y apabullante; lo de los Voidoids es más sucio, urgente y nervioso, aunque cuenten un par de valses preciosos. Los cantantes lo hacen bastante parecido -Tom más ajado y menos gritón que Richard; ambos conforman una trinidad vocal que bien puede cerrar su amiga Smith-; las duplas de guitarras se sacan chispas y llevan más allá las canciones. Hay baladas notables y letras desafiantes: se cae en los brazos de la Venus de Milo; se pertenece a una generación vacía, pero vacía porque en el lugar vacante va otro ___ para completar a gusto, como el de la tapa. Por todo esto, podrían ser dos discos de una misma banda que atraviesa su etapa del germen al orden, del lo-fi al sonido más pulido (exagerando un poco, porque ni unos son tan prolijos ni otros tan desquiciados). Hasta podría ser el mejor disco doble de la historia del rock. Algo así como el Álbum Blanco de los Beatles sin “Ob-La-Di Ob-La-Da” y ese par de temas de relleno, espantosos.
Estas obras marcan un comienzo y un final. Pienso en algunos artistas malditos del rock argentino de la primera época. Aquellos que no pudieron, no quisieron o no supieron salir del laberinto que les tendió su propia genialidad juvenil. Javier Martínez atrapado en el mito del debut de Manal, quizá el mejor disco de todo el rock de acá. Puede que a Hell y Verlaine les pase lo mismo. O simplemente, que el mundo no quiere saber más de ellos que eso.
Léase: cuando Television hizo una audición en los estudios de Atlantic Records -el sello de Ahmet Ertegun-, Richard Lloyd escuchó de pasada una charla entre el Jefe y el productor Jerry Wexler. Ertegun le decía a Wexler que no podía fichar a esa banda en Atlantic porque esa no era “música del Planeta Tierra”. Para ellos fue todo un cumplido, aunque el disco finalmente salió por intermedio de Elektra. El crítico John Piccarella fue igual de terminante respecto de Blank generation. En las liner notes de la reedición en CD, asegura que “no es sólo la música de otros tiempos, sino el sonido y el lenguaje de otro mundo”. Piccarella debe haberlo escrito sin saber lo dicho por Ertegun: no es otra coincidencia, es una realidad.

Y es difícil rehuir de esas sentencias. Por eso cuando se habla de ellos siempre se vuelve ahí, aunque hicieron más, mucho más. Anoten: Hell sacó otro álbum con los Voidoids; un disco solista en 1984; otro ya en los ’90 con Dim Stars (grupo que formó con sus discípulos Thurston Moore y Steve Shelley de Sonic Youth). Actuó en varias películas bajo presupuesto -Smithereens, Geek Maggot Bingo, What About Me?, etcétera-; se casó con Patty Smith, la cantante de Scandal (no Patti). Pero básicamente se dedicó a escribir y publicó más de quince libros entre poesía, novelas, ensayos, dibujos y su autobiografía. Dejó la música porque odiaba salir de gira y pasarse “los días en la carretera”.
Verlaine fue más constante con el rock and roll, aunque tampoco se puede decir que haya sido un workaholic. Publicó dos discos más con Television, igual de reos y preciosos (Adventure, de 1978, Television, de 1992). Tiene diez álbumes solistas pero desde 2006 no hay material nuevo con su firma (aquella vez había sido un doblete, Songs and other things y Around). Entre sus fans están David Bowie, que versionó su canción “Kingdom come” en Scary monsters, y Jeff Tweedy de Wilco. En Argentina también hay hinchada: Richard Coleman nombró a Fricción así por “Friction”, el guitarrazo heroico de Marquee moon. Figuras tan disímiles como Skay Beilinson y Charly García los han citado como referencias. Charly hizo, en su reaparición postpalito, una versión de “Venus” que pueden pasar por alto sin temor de perderse nada (igual te queremos, García).
“Me inventaron una imagen de músico de culto o algo así con la que no estoy de acuerdo. Soy nada más que un laburante, ¿se entiende?”, dijo Tom Verlaine en una entrevista reciente. Quizá su mito y el de Richard Hell sea tan borroso e impreciso como la foto de aquella mujer que llegó después del fuego.
Pero algún día el mundo hará justicia esa chica llamada Theresa Stern.
[Escrito para el fanzine Rimbombante #4. Se lee entero acá.]