El de 4 de abril de 1968 el insigne activista por los derechos civiles de los afroamericanos Martin Luther King fue asesinado. Al día siguiente Jane Elliott profesora de primaria en Iowa interrogo a sus alumnos acerca de sus creencias sobre la discriminación racial. Las respuestas de sus estudiantes demostraron estar plagadas de los estereotipos propios de una sociedad segregacionista que apenas comenzaba a dar los primeros pasos por la igualdad con la Ley de derechos civiles promulgada en 1964. Jane Elliott decide entonces realizar un
polémico experimento muy influyente para la psicología social. Para su desarrollo
dividió la clase en dos grupos, alumnos de ojos azules y de ojos marrones. A continuación les explicó que estaba científicamente comprobado que los ojos azules denotaban rasgos de una inteligencia superior gracias a una sustancia llamada "Melanina". En base a esta supuesta superioridad estos alumnos gozarían de algunos privilegios extraordinarios en el aula mientras que los escolares de ojos marrones más lentos y torpes deberían portar un distintivo para ser identificados con mayor rapidez. Este proceder pone los pelos de punta al recordarnos una realidad no tan lejana en donde una supuesta
Raza Aria justificaba e incitaba el más despiadado antisemitismo.
Volviendo a nuestra clase de Iowa, la sagaz profesora comprobó entonces lo rápido que esta segregación producía actitudes de intolerancia y conductas agresivas en los privilegiados alumnos. En contrapartida, los comportamientos de los niños de ojos marrones se ajustaron al rol asignado de subordinación.
Al día siguiente,
Jane invirtió los papeles entre sus alumnos. Haber experimentado los efectos de la exclusión hizo que los niños de ojos marrones se comportasen con menor crueldad. Sin embargo, lo más destacable de esta segunda parte del experimento fue comprobar cómo su rendimiento académico correlacionaba con la etiqueta asignada, siendo notablemente más bajo cuando creyeron ser inferiores. Es el denominado
Efecto Pigmalión tan dañino en las escuelas.
Este ejercicio ayudó a los niños a replantearse todos los estereotipos que inicialmente defendían. En un
documental grabado años después del experimento, los niños ya convertidos en adultos relataron cómo esta experiencia les sirvió para desarrollar un pensamiento realmente informado sobre la discriminación que sufren muchas minorías en base a artificiales categorías como el color de la piel, la religión, la orientación sexual…