"Los dolores vienen y van en oleadas. No se parecen en nada a los subidones orgásmicos descritos por mi profesora new age de preparación al parto, pero tampoco son tan terribles como los relatos de mi madre de pelvis partidas en dos y mujeres que enloquecen de pura agonía."
Suelo comentar los motivos por los que llego a un libro. en este caso fue el título y ni siquiera le di la vuelta, de hecho cuando leí el primer párrafo que abre esta entrada lo cerré y me quedé mirando un rato la cubierta un tanto extrañada. Hoy traigo a mi estantería virtual, Una cocina a prueba de ratones.
Anna y Tobias forman un matrimonio joven y de éxito que han decidido dejarlo todo en Londres para irse a vivir al sur de Francia en cuanto nazca su hijo. Ella es chef y él es creativo, compositor para ser exactos. Todo parece estupendo para esta pareja que está a punto de conocer las alegrías de la paternidad hasta que nace su hija con un serio trastorno cerebral al que, en un primer momento, ni siquiera los médicos se atreven a poner nombre. Ven como su vida se rompe en pedazos junto con todas sus ilusiones mientras tienen que recomponer sus ideas y aspiraciones en lo que su hija intenta sobrevivir en el hospital, entre tubos y medicinas. Languedoc será el lugar elegido, una casa inhóspita que parece tener carácter propio y pocas ganas de tener inquilinos, para comenzar su nueva vida junto a Freya y un puñado de vecinos.
Con un fuerte contenido autobiográfico, Sarira Shah cuenta su historia desde quien ha tenido que sobreponerse a desafíos diarios no sospechados ni deseados. Con aspecto de historia cruel y la clara intención de evitar la moralina, la autora nos muestra como la vida puede dar al traste con todos tus planes en apenas un instante. Eso es lo que le sucede a la pareja protagonista, con una vida perfecta y ensayada; casi de revista, cuando descubren que su hija tiene un problema de salud que se irá haciendo más grave con el tiempo hasta un fatal desenlace. ¿Qué sucede en la vida de una pareja cuando se les pone esa dura prueba? Dice Anna cuando ve a su hija por primera vez, que hay un mecanismo en el cerebro que hace que la imagen perfecta del bebé perfecto que uno tenía en la cabeza, se adapta con un click de forma inmediata al que sostiene en brazos la primera vez que ve a su hija. Que nace un amor irrompible y único que provoca felicidad. Pero Anna, al igual que su marido, sabe que esa niña tiene poca esperanza de vida, que la poca vida que tenga estará llena de angustias, ingresos y medicaciones, y que las opciones son pocas. Entonces la valentía de la autora es incluso superior a la de los protagonistas, ya que les deja desnudos ante el lector. Vemos como se preguntan qué hacer, y cuánto amor darán sabiendo que será un sufrimiento fatal, casi una agonía; no ya la muerte, sino la enfermedad y pensar que tal vez ni siquiera les reconozca.
Así que deciden, avanzan y se mudan y la casa aparece como protagonista, una casa que se niega a ser dominada, con ratones que se pasean por la cocina sin dejarse impresionar por los nuevos inquilinos. Tobias tiene que crear, Anna busca su espacio en un lugar remoto y los vecinos comienzan a aparecer aportando una visión diferente del mundo a la que podían haber tenido en Londres. Lo salvaje, los instintivo, los sentidos parecen adueñarse de todo y la joven pareja se aferra a donde puede para sobrevivir.
Una cocina a prueba de ratones es la historia de una lucha por seguir avanzando. Lucha contra prejuicios ajenos y propios, contra la mirada de otros y también contra la propia mirada. Es la historia de cómo hay impulsos que nos mueven incluso más allá de lo que pensamos y de cómo la vida, por difícil que parezca, nos deja grandes remansos de paz. Una buena novela, con momentos duros, y dulce como las confituras que prepara su protagonista... algunas con un regusto amargo.
Y vosotros, ¿os dejáis ganar por el título de una novela sin mirar más alguna vez?
Gracias.