Pero no era solo su apariencia, sino también la salud lo que estaba vedado para la normalidad, pues las enfermedades la habían acompañado desde que era una niña, causándole todo tipo de dolencias. Gracias a la medicina había podido contrarrestar sus peores efectos, pero al precio de depender cada día de inhaladores, inyecciones de insulina y un bolso lleno de pastillas. Era asidua de las consultas hospitalarias. Con todo, se desvivía por demostrar que era algo más que un ser desgraciado al que, incluso, su familia había maltratado como a un patito feo del que avergonzarse. Detrás de su desagradable apariencia, cúmulo de imperfecciones, había una persona lista que procuraba hacer brillar lo que nadie parecía percibir. Harta de no conseguirlo, pocos la echaron de menos cuando abandonó aquel trabajo, salvo cuando necesitaban de alguien que servicialmente los ayudase como ella solía. Entonces valoraban su profesionalidad, no su falta de belleza, considerándola una compañera desgraciada.
Pero no era solo su apariencia, sino también la salud lo que estaba vedado para la normalidad, pues las enfermedades la habían acompañado desde que era una niña, causándole todo tipo de dolencias. Gracias a la medicina había podido contrarrestar sus peores efectos, pero al precio de depender cada día de inhaladores, inyecciones de insulina y un bolso lleno de pastillas. Era asidua de las consultas hospitalarias. Con todo, se desvivía por demostrar que era algo más que un ser desgraciado al que, incluso, su familia había maltratado como a un patito feo del que avergonzarse. Detrás de su desagradable apariencia, cúmulo de imperfecciones, había una persona lista que procuraba hacer brillar lo que nadie parecía percibir. Harta de no conseguirlo, pocos la echaron de menos cuando abandonó aquel trabajo, salvo cuando necesitaban de alguien que servicialmente los ayudase como ella solía. Entonces valoraban su profesionalidad, no su falta de belleza, considerándola una compañera desgraciada.