Parece que tenemos asumido eso de vivir una existencia Fast Food. Vamos como autómatas por la calle. Engullimos pseudoalimentos que parece ser que nos enferman pero nos mantienen vivos (o algo parecido). Todo para ganar un tiempo que empleamos en “hacer nada”. Nos cruzamos con amigos de
Nos hemos disgregado, transformado en ermitaños huraños que han olvidado que somos seres sociales, gregarios incluso que necesitan a la tribu. Si no fuese así no hubiésemos pasado de la época
¿Crees que las prisas que tenemos son algo normal? Yo, que vengo del mundillo de la bici, siempre digo que un ritmo es cuestión de tiempo, seguramente puedes correr un ratito persiguiendo a Fabio Aru pero lo pagarás caro porque has “estirado más el brazo que la manga”. Igual por eso estamos tan espachurrados. Está visto que esta velocidad sin sentido que nos han inducido afecta a nuestra cabeza y a la forma de ver lo que nos rodea. Mal asunto. Tampoco es cuestión de encerrarse en un monasterio Zen aunque sí estaría bien dar un vistazo, sólo un ratito, a eso de la meditación porque si seguimos por este camino además de no llegar a viejos, nos deshumanizamos y nos transformamos en borregos (igual a alguien le ha parecido genial la idea).
Nos hemos metido en aquello de consumir y olvidar, a digerir noticias al estilo “McAuto”. Estamos acostumbrados al zarpazo informativo demoledor en el que algo es “tremending topic” a las doce y a los cinco minutos, ni se menciona. Encendemos la tele, nos horrorizamos, se nos pasa, y después nos horrorizamos de nuevo con otra cosa y vuelta a empezar como en un ciclo del espanto ¿me equivoco?
Parece que nos han esculpido en el cerebro así “cloc, cloc cloc” aquello de “usar y tirar”. Me explico, ¿Quién
Espero que esto no acabe cuando la rutina sustituya a la noticia y “si te he visto no me acuerdo”. Deseo que no nos anestesien el sentimiento de vergüenza y responsabilidad de estos días con otras distracciones que nos hagan olvidar de nuestra mente el que miles de personas huyen y juegan en pleno siglo XXI una partida de cartas con la muerte en la que, muchas veces, las cartas están marcadas por La Parca.