Las crisis son inevitable, hasta cierto punto necesarias, y son similares a las crisis personales. Algunos se quedan en el agujero y ya nunca vuelven a salir de él; otros salen aunque muy lentamente y con un gran coste moral, psicológico y hasta biológico, con secuelas que les duran el resto de sus vidas; en cambio hay otros que reaccionan rápido ante una debacle, y logran elevar sus estados de bienestar a límites imposibles de soñar antes de dicha crisis.
En todos los casos el aspecto cultural juega un papel preponderante. Conozco el caso de dos importantes ciudades dentro de un mismo país, que tuvieron durante mucho tiempo una economía ficticia, inflada por los dineros del narcotráfico; simultáneamente el gobierno logró desmantelar esas redes de ganancias oscuras en ambas ciudades y las respectivas economías se fueron a pique. Mientras que una de esas ciudades reaccionó rápidamente, debido sobre todo al espíritu emprendedor de sus gentes, la otra ciudad permaneció hundida durante mucho tiempo y todavía le sigue costando recuperarse.
Sus objetivos nunca han sido que sus reivindicaciones sean escuchadas y mucho menos llevadas a cabo, pues es más que obvio que los politicuchos de turno no lo van a hacer; la idea es que se vaya dando un cambio cultural, que la gente entienda que la calle es su símbolo así como el congreso lo es de quienes gobiernan; que vaya resurgiendo el espíritu crítico que ha desaparecido de las mentes de los ciudadanos; que resucite el compromiso, ese que murió de repente como fruto de la comodidad y la abundancia; que reaparezca en las personas su identidad política, esa identidad que tuvieron los abuelos y que por eso hoy son los primeros en salir a las calles, porque la política es cuestión de todos y cada uno de nosotros, nos atañe a los ciudadanos hacer la política y nombrar a los gobernantes, ellos lo único que tienen que hacer es desempeñar una labor ante todo administrativa, pero sin olvidar en ningún momento que el pueblo les está haciendo una auditoría constante; y por último creo que una labor fundamental de estos movimientos y de estos indignados es la de remover conciencias, despertar esos corazones que con décadas de pasividad se han endurecido, porque no sólo a los ricos, a los banqueros y a los políticos se les ha extirpado la conciencia; aún hay muchos obreros, funcionarios y pensionistas de derechas, y también muchos acomodados en la izquierda.
Porque la cultura va más allá de las tradiciones y las costumbres heredadas, la cultura implica hacerse, al contrario de lo que nos enseña este sistema caduco que da por sentado que no se puede romper con el pasado sino que hay que llevarlo como un lastre; para evolucionar primero hay que culturizarse y eso requiere un esfuerzo y una lucha; un esfuerzo individual y una lucha colectiva.