¿Por qué vamos al cine? Seguramente cada uno tiene sus razones y en algún punto se cruzan todas. Pero quizás es más pertinente preguntar ¿Por qué no vamos al cine? En los tiempos que corren, parece que una película tiene que ser un acontecimiento para movernos a la salas, tiene que ser una obra maestra, tiene que tener premios, tiene que venir arropada por una campaña de publicidad apabullante, tiene que estar en la conversación, tiene que estar recomendada por un amigo -¿Pero qué amigos van ya al cine?-, tiene que haber sido alabada por la crítica -¿Pero quién hace caso ya a la crítica?-, tiene que ser una secuela de una gran franquicia, la adaptación de un bestseller, estar protagonziada por una gran estrella o dirigida por un realizador famoso -¿Cuántos quedan?-. Pero ¿Qué pasa cuando una película no cuenta con ninguno de estos elementos? ¿Quién va a verla? Digo todo esto porque Una cuestión de honor, película francesa del director de origen argelino Rachid Hami me ha parecido magnífica. Y de verdad que me gustaría que algún espectador se acercase a ver esta película, solo por la curiosidad de ver una posible buena película. Claro que esa es solo mi opinión y no tienen ustedes por qué fiarse de mí. Pero expondré el caso. Una cuestión de honor -nombre adecuado en castellano, pero que no resulta precisamente memorable- es un drama que se inicia con la muerte de un joven en una academia militar francesa, durante una novatada. Dicha muerte nos permitirá conocer a la familia del joven, de origen argelino, y sus conflictos. El guión de Rachid Hami -actoir que firma su segundo largometraje- es autobiográfico y se nota por la verdad que transmiten los conflictos planteados. Hami habla desde el corazón y además, en su película aparecen temas como la inmigración en Francia; los conflictos políticos en Argelia de los que una madre luchadora tuvo que huir -estupenda Lubna Azabal-; del trauma de un padre violento, machista y en definitiva, ausente; de la rigidez del estamento militar; del poder de los símbolos nacionales y culturales. Pero sobre todo, Una cuestión de honor es una emocionante historia sobre dos hermanos, interpretados por un magnífico Karim Leklou y por Shaïn Boumedine, de personalidades muy distintas, de traumas diferentes en la vida a pesar de un origen compartido, cuya relación es conflictiva y está cargada de rencores del pasado. Esa relación fraternal es la película. La cinta cuenta, además, con una fotografía estupenda -Jèr'ome Almerás- y una música emotiva -Dan Levy- que redondean una historia que nos va ganando según progresa el metraje hasta comprometernos completamente con el drama y la rabia de sus personajes. Una cuestión de honor es de esas películas que deberían hacernos ir al cine ¿Por qué no verla?
Una cuestión de honor -¿todo por la patria?
Publicado el 02 agosto 2023 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertran¿Por qué vamos al cine? Seguramente cada uno tiene sus razones y en algún punto se cruzan todas. Pero quizás es más pertinente preguntar ¿Por qué no vamos al cine? En los tiempos que corren, parece que una película tiene que ser un acontecimiento para movernos a la salas, tiene que ser una obra maestra, tiene que tener premios, tiene que venir arropada por una campaña de publicidad apabullante, tiene que estar en la conversación, tiene que estar recomendada por un amigo -¿Pero qué amigos van ya al cine?-, tiene que haber sido alabada por la crítica -¿Pero quién hace caso ya a la crítica?-, tiene que ser una secuela de una gran franquicia, la adaptación de un bestseller, estar protagonziada por una gran estrella o dirigida por un realizador famoso -¿Cuántos quedan?-. Pero ¿Qué pasa cuando una película no cuenta con ninguno de estos elementos? ¿Quién va a verla? Digo todo esto porque Una cuestión de honor, película francesa del director de origen argelino Rachid Hami me ha parecido magnífica. Y de verdad que me gustaría que algún espectador se acercase a ver esta película, solo por la curiosidad de ver una posible buena película. Claro que esa es solo mi opinión y no tienen ustedes por qué fiarse de mí. Pero expondré el caso. Una cuestión de honor -nombre adecuado en castellano, pero que no resulta precisamente memorable- es un drama que se inicia con la muerte de un joven en una academia militar francesa, durante una novatada. Dicha muerte nos permitirá conocer a la familia del joven, de origen argelino, y sus conflictos. El guión de Rachid Hami -actoir que firma su segundo largometraje- es autobiográfico y se nota por la verdad que transmiten los conflictos planteados. Hami habla desde el corazón y además, en su película aparecen temas como la inmigración en Francia; los conflictos políticos en Argelia de los que una madre luchadora tuvo que huir -estupenda Lubna Azabal-; del trauma de un padre violento, machista y en definitiva, ausente; de la rigidez del estamento militar; del poder de los símbolos nacionales y culturales. Pero sobre todo, Una cuestión de honor es una emocionante historia sobre dos hermanos, interpretados por un magnífico Karim Leklou y por Shaïn Boumedine, de personalidades muy distintas, de traumas diferentes en la vida a pesar de un origen compartido, cuya relación es conflictiva y está cargada de rencores del pasado. Esa relación fraternal es la película. La cinta cuenta, además, con una fotografía estupenda -Jèr'ome Almerás- y una música emotiva -Dan Levy- que redondean una historia que nos va ganando según progresa el metraje hasta comprometernos completamente con el drama y la rabia de sus personajes. Una cuestión de honor es de esas películas que deberían hacernos ir al cine ¿Por qué no verla?