A lo que no nos da tiempo es a contar lo que leemos. ¡Tenemos tantas cosas para hacer! Papá presenta un libro el martes y andamos metidos en dossieres de prensa, marcapáginas, invitaciones... Además, mamá aún tiene médicos y líos.
Hoy por fin vamos a contar qué nos pareció "Tamino Pingüino y el asunto del huevo". Empezaremos por decir que este libro ya se leyó antes de aparecer en casa Guisantito. Eso sí, la lectura de ahora ha sido mucho más rica. Primero por cómo nos hizo recordar ciertos momentos de los primeros días junto al pequeño y segundo por la enorme sonrisa con la que Álvaro respondió tras la lectura a "¿te ha gustado?" Su madre casi se hace pipí de alegría. Sobra decir cómo me sentí al leer lo siguiente:
Papá y yo nos sentamos muy orgullosos sobre el huevo para empollarlo. Días tras día, noche tras noche. Fue bastante duro. Nos turnábamos para dormir.
Jajaja. Sí, el pequeño Álvaro nació de noche ya (durante un Barça-Madrid) y coger el ritmo de sueño nocturno nos ha llevado casi dos meses. El peque prefería mirar las cortinas y jugar a tener los ojitos cerrados. Y como además es comilón... ¡Imaginaos!
Creo que esta historia dará pie a muchas preguntas cuando mi precioso niño sea más grande. El libro es de hecho una motivación para la curiosidad sobre la verdad del "dónde vienen los niños". Christian Berg y Carola Holland juegan sabiamente con las posturas habituales de negación y vergüenza de los adultos ante el tema. Suerte que la naturalidad de mamá pingüino acaba triunfando y Tamino, el protagonista, conseguirá saber cómo nacen los pingüinos y así poder reconciliarse con su chica, que lo tiene por demasiado infantil para mantener una relación seria.
Las ilustraciones llenas de contrastes cromáticos llamaron mucho la atención del enano. Blancos y negros pingüinosos y azules y amarillos llenan las páginas de esta preciosa historia publicada por Juventud.
¿Debo insistir en cómo se iluminó mi mirada cuando el peque sonrió al final de la lectura?
Y ahora os dejo, que se acaba de despertar. (Qué reguapo está, ay)
*nombre usado por su padre y cada vez más aceptado en la casa por sus lindos y habituales aullidos