A naturalidad de esa que destensa la vida, a modernidad y tradición (cuando uno se podía dejar cresta y a la vez fliparlo con The Dubliners sin que pasara ni media), a autenticidad, a güisquis con hielo recogidito en casa o a cervezas (Guinness y Carling en este caso) con los amigotes por ahí por las tabernas, a vivir con el juego en modo hoylodoytodoqueyamañanaDiosdirá...
A eso suena este disco.