El caso es que corría el año 453 a.C., mes arriba mes abajo. Y en una pequeña aldea de lo que viene siendo ahora el territorio entre Huelva y Badajoz, había un muchacho joven tartesso con más hambre que el tamagochi de un sordo, y el pobrecito mío no tenía ni un hueso chupao de aceituna que llevarse a la boca.
Cualquier parecido con la realidad es pura investigación histórico-científica de como se inventó el jamón.