Desde un lugar indeterminado y, por lo que se puede apreciar, ciertamente agradable, el señor Barbusse me hace llegar estas imágenes para que las comparta con ustedes. En la misiva que he recibido hay un breve texto, escrito de su puño y letra, hum... que trabajosa (por la endiablada tortuosidad de la caligrafía de mi representado) pero gustosamente paso a transcribirles a continuación. Esperen un momento que me ponga los anteojos..., hum, a ver: ¡ahora! La nota, que viene encabezada por el lema "Con Jim en el bolsillo", dice así:
"Amigo Duvenand, muestre a mis seguidores estas instantáneas como testimonio de que sigo vivo (o debería decir más bien como rastro o vestigio de mi existencia, pues no se me aprecia en las tomas). Me avergonzaba desde hace mucho tiempo confesar lo que hoy le puedo confesar. Se trata de un asunto que me venía produciendo una gran incomodidad y tensión cada vez que a alguien se le ocurría sacarlo. Yo solía callar, me sonrojaba y disimulaba de la mejor manera posible o intentaba desviar la conversación hacia otro tema. Pero todo tiene un límite, nadie puede vivir así. De modo que me decidí a ponerle solución y ahora, una vez que mi problema ha dejado de ser tal, puedo decir sin miedo a que me tachen de patético o idiota (lo que, desde luego, comprendería perfectamente) que hasta ahora no había leído La isla del tesoro. Sí, suena fuerte, lo sé. Pero cada uno tenemos nuestros ignominiosos secretos, usted también los tendrá, supongo. De todas formas, tal como le he dicho, eso es ya pasado. Como ve, Duvenand, este verano he puesto remedio y puedo asegurarle que hay que ser ciertamente un insensato para haberse perdido algo así. Ahora entiendo a Borges cuando llegó a decir que leer a Stevenson es una de las formas de la felicidad. No voy a ser yo quien ponga o quite una coma a esa verdad como un templo. La edición que me he llevado a este rinconcito es la de bolsillo de Valdemar, ilustrada y en pasta dura, sencillamente espléndida. Dígaselo a los seguidores del blog, no se olvide. Y dígales, haga el favor de decirles que ahora Jim ya siempre irá conmigo".
Así dice el texto que he recibido. Les adjunto las otras dos "instantáneas" (usando el mismo término de mi representado) que lo acompañan. Aquí, en petit comité, hum... he de confesarles que me he quedado paralizado con esta misiva. Entiendo poco de estas cosas, pero no haber leído nunca este clásico me resulta extravagante, por no decir indecoroso. Y se las da de sabiondo de las letras, encima. Si yo llevara este blog, otro gallo cantaría, hum. En fin, les dejo, yo he cumplido mi misión, que es lo que se espera de mí y para lo que me sufraga mi representado, así que no seré yo quien lo critique.
No haber leído La isla del tesoro, ¡ja!, menudo pazguato.