Nos pasamos la vida sujetando cosas para que no sea caigan.
Sujetamos trabajos que no nos gustan. Sujetamos relaciones que no funcionan. Sujetamos situaciones insoportables.
Nos hacemos daño para no herir a otros. Nos hacemos daño para no quedar mal. Nos hacemos daño para no hacernos luego más daño porque cambiar las cosas nos asusta mucho y parece doloroso.
Sufrimos para no sufrir.
Sufrimos para no enfrentarnos a nosotros mismos y a la vida que nos pide que dejemos de repetir los mismos esquemas una y otra vez.
Lo hacemos porque no creemos tener otra opción. Porque nos educaron para ser útiles, para ser complacientes, para estar pendientes de otros, para no fallar, para ser una versión de nosotros asequible y que no hace demasiado ruido...
No soltamos lo que nos está haciendo daño porque pensamos que no mereces más.Anunciosabout:blankINFORMA SOBRE ESTE ANUNCIO
Porque creemos que si no nos conformamos con esas migajas no llegará nada mejor.
Porque nos asusta quedar mal y que nos señalen con el dedo y ser "el que dijo basta" y ver las caras que podrán los que están acostumbrados a que siempre digamos que sí cuando digamos que no.
Porque decir no es duro cuando llevas toda la vida diciendo que sí. Porque sientes que fallas a los demás. Porque parece que traiciones algo sagrado, cuando en realidad lo que haces es dejar de traicionarte a ti mismo y ser honesto contigo.
Sujetamos muchas veces realidades que son irreales para que nuestro mundo falso y aburrido no se desmorone. Fingimos que nos gusta nuestra vida para no tener que decir en voz alta que no podemos más y que lo que realmente queremos es otra cosa... Decidimos desde el miedo y el miedo nos dice que no hagamos nada, que nos quedemos quietos, que a nosotros nos ha tocado una ración pequeña de felicidad y que eso que deseamos está fuera de nuestro alcance.
Y lo más increíble de todo es que ir a por ello no nos garantiza conseguirlo, es cierto.
Los sueños a veces se nos escapan, sobre todo porque los dejamos escapar nosotros sin movernos ni avanzar por miedo. Otras veces, los perseguimos y nunca llegan. El milagro que esperamos no es tocarlos ni conseguirlos, es el cambio interior que se produce en nosotros cuando, a pesar de todo, nos arriesgamos y decidimos que los merecemos.
El verdadero sueño a conseguir es empezar a vernos dignos de lo que deseamos.
Eso hace que dejemos de sujetar lo que no nos llena y no nos hace sentir vivos. Que nos sintamos vivos sin que nada ahí afuera tenga que llenarnos ni ser de un modo concreto... Que dejemos ese modo supervivencia de ver la vida y decidamos explorarla... Que soltemos el lastre pesado y nos abramos a experiencias nuevas... Que nos demos cuenta de que merecemos lo mejor.
Aceptemos lo que hay y cuando no podamos cambiar lo que pasa, cambiamos nosotros para darnos cuenta de que no nos estamos tratando bien y estamos viviendo una vida que no nos corresponde.
Mereces lo mejor. Si lo mejor no está en tu vida, que no sea porque tú eliges conformarte con menos.
Lo que estamos buscando no es un sueño, es confianza en nosotros mismos... Y solo se consigue avanzando a pesar del miedo. Cuando das el paso para soltar y amarte, descubres una de las grandes verdades de la vida, ya has ganado. No podías perder. Llevas años esquivando la felicidad de encontrarte y reconocerte por miedo a no llegar a una meta que no existe, porque la meta eres tú... Porque el premio es la transformación que se obra en ti cuando tomas la decisión de valorarte y dar ese paso para tratarte mejor... La recompensa eres tú. Verte con todo tu valor y reconocerte. Elegirte tú. Decidir que estás de tu parte pase lo que pase.
El resultado es el proceso. El regalo ha estado siempre en tus manos.
La meta que querías alcanzar siempre ha sido tuya.
Fuente: https://mercerou.wordpress.com/2023/11/13/una-de-las-grandes-verdades-de-la-vida/