Pocas veces un enclave de los que muchos considerarían "progre" y "cultureta" abre sus puertas a los toros. Están mal vistos. Como si las moscas y la sangre que se quedan en la plaza las lleváramos tatuadas en la piel aquellos que disfrutamos con la liturgia del toreo. Ay.
Pero resulta que de vez en cuando la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida y... ¡zas!, una librería como La Fugitiva va y te pide que hables sobre Tinta y oro. Y que te lleves a un torero para que hable también. Y una engorda dos kilos (más) porque ha conseguido su objetivo: que se hable de toros más allá del circulito (cada vez más angosto y opresivo) de los taurinitos.
Elegí a Juan Mora por varios motivos: primero, porque su entrevista me sirvió de acicate personal en un momento en el que no veía la luz. Y que un "proscrito", como él mismo se define, te demuestre que con fe en uno mismo hasta el resurgir más imposible puede hacerse realidad descojona cualquier idea suicida (simulada, que luego vienen los de los sesgos autobiográficos) que pueda aflorar en una mente ciclotímica como la de la menda. Segundo, porque es un gran aficionado a la lectura, y quién mejor que él para hablar de toros y libros rodeado de páginas que aguardan agazapadas en la tinta de su vientre las más dispares historias que la mente humana sea capaz de plasmar con un plumín hecho de píxeles.
De las muchas sensateces que dejó sobre la tarima el maestro me quedo con dos: "Cada día hay que salir de casa vestido de humildad" y hay que "buscar el éxito y procurar merecerlo" (versión elegante del famoso "A Dios rogando...").
¿Saben? Voy a pedirle a los Reyes que si vuelvo a nacer me hagan un poquito como Juan Mora. Y, como lo más cercano a volver a nacer que puede sucederme es que me muera, les pediré que antes de morirme tenga un instante, aunque solo sea uno, de esa plenitud torera que va dejando mientras anda, sereno y pausado, natural, cautivador, por el ruedo de asfalto de una ciudad en la agonizan, otra vez más, otros 365 días.
P.D.: Muchas gracias a todos los amigos que me acompañasteis (a mí y a mi querido catarro infame) en la preciosa tarde de ayer: Germán (siempre), Paco Ávila, José Luis Ruiz Azañedo, Luis Miguel y familia, Alberto Vega (sin el que este acto no habría sido posible), Andrés (al cuadrado) Alberto de Isidro y José Manuel de Frutos. Nos seguimos viendo este 2012. Vestidos de Tinta y oro... o de grafito y plata. Y, por supuesto, gracias a Javier Arroyo. Por todo. Y por más.