Perdidos cambió el modo en que muchos veíamos televisión. Por supuesto que tuvo sus predecesoras, que merecen ser reconocidas. Series como Buffy cazavampiros, Ally McBeal, los primeros pasos de la HBO que hoy conocemos con Los Soprano y Oz. Y también estuvo Twin Peaks años antes. Acostumbrados a los procedimentales interminables de policías, abogados y médicos que se saltaban todo el papeleo administrativo para jugarse las vidas de sus clientes en complicadas decisiones morales, y a la caspa de la televisión española que todavía perdura, Perdidos rompió esquemas. Recuerdo cuando vi el monumental episodio piloto, dirigido por un semi-desconocido JJ Abrams, por primera vez. No fue en septiembre de 2004, sino que tuve que esperar a que TVE lo emitiera durante la primavera de 2005. Cada episodio contaba. Perdidos mezclaba la temática de novelas clásicas como Robinson Crusoe y El señor de las moscas con un misterio de tintes de ciencia ficción. Y hacía que los personajes nos importasen. Les iríamos conociendo como a las personas de carne y hueso que nos rodean, poco a poco, y descubriríamos cómo estaban lejos de ser perfectos y los errores del pasado que les perseguían.
La primera temporada es, sencillamente, una obra maestra, perfecta en su desarrollo de las tramas, presentación del escenario y dosificación del misterio. Sí, el nivel de la serie no siempre se mantuvo y la dilatación de los sucesos hacía que esperásemos con más ganas los principios y los finales de temporada. Y el ansiado cierre no convenció a todos por igual. Pero la serie de la cadena ABC cambió para siempre cómo vivimos la ficción televisiva. En gran medida gracias a Internet. Se hablaba de Perdidos, no sólo entre amigos, sino que las comunidades virtuales estaban pobladas de hipótesis acerca de del misterio de la isla y sus personajes. Conocimos los spoilers y lo mucho que fastidia que te revelen uno. Y, por primera vez, empezamos a ver las series al ritmo original estadounidense. No podíamos aguantar la espera y encontramos una alternativa al maltrato y la desgana de las cadenas locales, que en algunos casos han respondido a la demanda y ahora series como The Walking Dead llegan a España con apenas horas de retraso respecto a su emisión original.
Un amigo me preguntaba si el éxito de Perdidos era para tanto, y dudaba que una serie así tuviera tanta repercusión en la parrilla actual, donde pasaría desapercibida. Me temo que planteaba la pregunta equivocada. Sin un fenómeno como Perdidos no tendríamos la variada oferta de series de la que gozamos. Perdidos abrió la puerta a series como Breaking Bad, a presupuestos tan elevados como los de Juego de Tronos. Nos descubrió a JJ Abrams, quien trasladó su sentido del misterio y la aventura a películas tan recomendables como Super 8 y la revisión de Star Trek (su innecesaria secuela de Star Wars será otra historia). Difundió el trabajo del músico Michael Giacchino. Propició parodias como Pardillos. Y nos trajo a un plantel de personajes memorables con los que sentirnos identificados: Jack, Kate, Sawyer, Hurley, Locke, Sayid, Sun, Jin, Desmond, Charlie, Juliet, Ben. Los actores que les dieron vida han asumido el incierto destino de los intérpretes televisivos, pero la serie que protagonizaron permanece en la memoria de miles de seguidores en todo el mundo, diez años después de su estreno.