La novela, que rescata Editorial Periférica de las fauces del tiempo, como ya hiciera con Una biblioteca de verano y Después del invierno conforma un nuevo episodio de las memorias de la autora. La princesa rusa y el librero de París transcurre en la capital francesa en la decada de los 60, en el barrio de Marais, pero el cuándo y el dónde son algo secundario en esta obra pequeña en extensión pero grande en dimensión. Es la historia de un amor a destiempo que termina de forma misteriosa. Un amor basado en la veneración de la belleza por encima de cualquier otra espiritualidad. Son " los dos protagonistas de un amor a destiempo, representan, a su manera, todos los demás amores a destiempo y, en cierto modo, imposibles” , nos dice la autora.
Una historia a la que Mary Ann despoja de nombres propios para que nada nos distraiga de este amor casi religioso que acaba por encontrar un lugar para su altar y también su libro sagrado y sus imágenes."No he visto encuadernación más delicada ni estampas más perfectas, con un color como de acuarelas puras, que las de aquel librito. Se trataba de una edición inencontrable, según el Librero, de uno de los mejores relatos, el favorito de la Princesa -y también el mío-, de De Bastide, La petite maison. La cubierta, de tela, era roja, y resultaba tan placentero pasar la mano sobre ella, que daba la impresión de estar estrechando otra mano, una mano amiga y tibia. Las guardas, de un color que iba del verde oscuro al negro y que no puedo definir de otro modo, parecían haber sido pintadas también a la acuarela, por sus aguas y por sus transparencias. La tipografía, delicada y bien delineada, procedía, seguro, de alguna de las familias esculpidas por el maestro Garamond"
¿Quién se resiste a esta descripción? El amor por los libros traspasa cada palabra y ya nos vemos impulsados a salir a buscar nuestra La petite maison. Las referencias culturales son una constate en estas breves páginas donde también se haya una mención a Diderot amigo del escultor Étienne-Maurice Falconet y autor de un bajorrelieve en madera que será uno de los objetos fetiche de la pareja. Clark Bremer también hace un hueco para los dogones, extraña etnia primitiva de Mali a la que se vincula con los extraterrestres, y para los antropólogos que los estudiaron. Pinceladas para despertar la curiosidad del lector inquieto. Se agradece.
Publicado en La Voz de Galicia