Dirigidos en la sombra por el cardenal Rouco, una docena de prelados españoles se oponen a las reformas del Papa. Entre ellos, se encuentran los arzobispos de Burgos, Oviedo, Toledo, Sevilla o Valencia quienes centran sus ataques a la renovación “franciscana” de la Iglesia. Los obispos de nuestro país fueron los primeros en convocar manifestaciones y salir a la calle para protestar y promover la desobediencia civil ante leyes como el matrimonio gay o la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Y amenazaron con la excomunión a los políticos católicos, si no se oponían con todas sus fuerzas al aborto y la eutanasia, como antes lo habían hecho en la aprobación del divorcio.“La llegada, hace tres años, del papa Francisco –escribe Jesús Bustamente, escritor y periodista especializado en religión y responsable de información religiosa de ABC y Público–, cogió a la mayoría de los prelados españoles con el pie cambiado. Pese a las versiones oficiales, lo cierto es que la renovación en la Iglesia española todavía no ha calado. Son muchos los obispos que no creen en Francisco, que ven al Papa y sus reformas como ‘una tormenta de verano, que pasará y la Iglesia regresará a los cuarteles de invierno. La oposición es tan patente que el propio Papa anuló el pasado año un viaje, totalmente preparado, a Ávila para inaugurar el V Centenario de Santa Teresa. Los mentideros vaticanos aseguran que fue la forma en que Francisco les dijo a los obispos españoles que si no le querían, él tampoco a ellos”. El fallecido cardenal Tarancón se lamentaba, señalando que los obispos españoles “tenían tortícolis de tanto mirar a Roma”. Nada se hacía si no lo decía el Papa. Ahora, sin embargo, ya no es así. Y la renovación traída por el Papa Francisco ha credo en demasiados prelados no poca confusión, decepción y, en algunos casos, una enmienda a la totalidad de su magisterio. La renovación en la Iglesia española, que ha empezado con la designación de dos obispos moderados y con tinte social en Madrid y Barcelona, afecta también al nuncio en España, Renzo Fratini, nombrado por el cardenal Rouco Varela, quien hace unas semanas fue llamado a consultas a Roma. Desde entonces, no ha vuelto a aparecer en público. Fratini, ya no cuenta con el aval del Vaticano, y podría ser relevado en breve.Pero ¿quiénes son los obispos que no aman a Francisco? Al menos una docena. En la cúspide, un prelado que ya no está en ejercicio, pero que continúa urdiendo su oposición a Bergoglio: el cardenal Antonio María Rouco Varela. Fue éste uno de los cardenales que se posicionó en contra de las reformas planteadas por Francisco en el Sínodo de la Familia, y es la persona en la que se apoyan los obispos más reaccionarios. Entre los opositores a Francisco, destacan por su dureza los obispos de Alcalá, Juan Antonio Reig Plá, y el de San Sebastián, José Ignacio Munilla. Este último es el más beligerante contra la “ideología de género” y defensor de la tesis de que ningún partido político defiende los valores del Evangelio. El mismo se ha posicionado abiertamente en contra de todas las reformas apuntadas por Francisco, desde el respeto al homosexual a la comunión a los divorciados vueltos a casar. Otros, como Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid y seguidor incondicional del cardenal Rouco, se muestra en sus alocuciones contra las posturas más aperturistas de la nueva época. Hay quienes prefieren guardar silencio y esperar, confiados, a que las aguas vuelvan a su cauce, como el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, o el de Toledo, Braulio Rodríguez o el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, a quien el Papa hizo irse de Roma (donde era prefecto de la Congregación para el Culto Divino) y esperar en la ciudad del Turia. Y otros que guardan silencio frente a escándalos de abusos sexuales infantiles, como Javier Martínez, arzobispo de Granada, cuya actuación ha servido para que los jueces declaren a su diócesis “responsable civil subsidiaria” de los posibles delitos cometidos por sus sacerdotes, siete de los cuales, a día de hoy, continúan ejerciendo como si nada hubiera pasado.