De cada 100 litros de agua embalsada, el 75 por ciento se utiliza en regadíos para la actividad agrícola, un 15 por ciento se destina a la industria y el 10 por ciento restante es lo que consume el ciudadano en su casa. Sin embargo, es a este último a quien amenazan –y ofenden- los políticos cada vez que les da por recaudar ingresos con la manida excusa de establecer tarifas más equitativas en algo esencial: tener agua en el grifo. Ofende conscientemente el alcalde porque, además, el agua que suministra la empresa municipal de abastecimiento de Málaga (Emasa) la financia el propio ciudadano por partida doble: a través de sus impuestos y mediante el precio final que satisface con la factura mensual que le gira el Ayuntamiento. Pero, sobretodo, ofende porque intenta engañar al consumidor doméstico cuando lo acusa de un despilfarro del que es ajeno, por mucho que tarde en ducharse el acongojado usuario en su cuarto de baño. Y ofende, finalmente, porque miente Francisco de la Torre al querer demostrar que sólo necesita 11 litros para ducharse, cuando según un informe sobre el consumo de agua en los hogares españoles, realizado por la firma Hansgrove, se estima que se necesitan entre 50 y 80 litros de agua para una ducha de 5 ó 10 minutos de duración. Hubiera resultado patético ver al alcalde de Málaga materializar su reto y presenciar cómo se asea con sólo esos 11 litros de agua, no por la imagen ridícula que exhibiría, sino por la mentira que un notario certificaría ante los malagueños.
Llenar las piscinas, lavar los coches en las estaciones de lavado, regar por inundación los cultivos, transformar en regadío lo que era de secano, mojar con agua los vasos antes de tirar una cerveza, regar campos de fútbol, plazas, jardines y parques urbanos, los spa de los hoteles, los campos de golf, las pérdidas de la red de abastecimiento, los pozos ilegales, etc., nada de ello es lo que provoca el “despilfarro” de agua, sino el simple ciudadano cuando se baña y tira de la cisterna. Tal acusación es pura demagogia, barata y burda, señor Alcalde, pero sobre todo es patética cuando recurre a la amenaza ante notario para luego desdecirse. Si no fuera una tomadura de pelo y una afrenta a la inteligencia de las personas, nos partiríamos de risa con la ocurrencia.
En política siempre es preferible la sensatez y la honestidad que hacer el ridículo, si lo que se desea de verdad es el bien general. La demagogia es para los que buscan mantenerse en el machito a costa de lo que sea, señor Alcalde. Y usted ha evidenciado lo que prefiere.