La mayor nobleza de un ser humano es aprender a vivir desde su corazón, es también la más democrática pues no se trasmite por sangre ni depende de ningún estatus social o económico. Para que todos los humanos puedan alcanzar esta nobleza es necesario hacerla el eje de cualquier corriente educativa, el primer paso y el más esencial es pues preparar a educadores de corazón, que sean ejemplos vivos de sabiduría, que integren todos los valores en uno solo: conectar con su corazón, convirtiendo en innecesarias las éticas y las morales. Una educación así conduce a una humanidad sin divisiones identitarias, sin banderas, sin competitividad, sin intermediarios espirituales, sin miedos a la muerte y a la vida ... una humanidad que ya vive en nuestros corazones y que espera ser reconocida en nuestros egos, una humanidad en la que la nobleza del corazón nos convierte a todos en reyes, eso sí, reyes sin súbditos.
Vivir desde el corazón es andar a pecho descubierto y con las manos libres, sentir a la vida sin enemigos, sin miedos limitantes, y a las manos como las alas de nuestra creatividad, siempre abiertas a entregar nuestros sueños a la vida ...