El cierre del torneo Inicial dejó a Independiente en un caos futbolístico del que no parece encontrar salida. El empate ante Colón por 2 a 2 en Avellaneda, siguió colmando la paciencia de los hinchas, quienes vociferaron en contra de los jugadores y dirigentes, entre ellos el vicepresidente Claudio Kebaitis, arrimado en no buenos términos por varios simpatizantes. Independiente concluye este dificilísimo 2012, tanto en lo futbolístico, estando en descenso directo, y en lo institucional, con la contienda entre el presidente Javier Cantero y la barra brava, una lucha que ha atravesado todas las esferas de la vida del club, sin resolución aún y que ha perjudicado en lo deportivo, recordar la suspensión del encuentro ante Belgrano y las agresiones sufridas al arquero Juan Carlos Olave.
La fotografía de este Independiente resulta desoladora. Un equipo reforzado, según Cristian Díaz, el anterior entrenador, mediante la experiencia, una variable de importancia para el ex DT ya que el Rojo sabía que la temporada 2012-2013 se jugaba una parada brava con el descenso y creyó que jugársela por hombres ya curtidos podría dar dividendos en el corto plazo. Sin embargo, la política de contrataciones resultó todo al revés. Víctor Zapata, Jonathan Santana, Fabián Vargas, Claudio Morel Rodríguez, Cristian Tula, Paulo Rosales y Luciano Leguizamón, ninguno de ellos logró un rendimiento decoroso en lo que fue este semestre. A esto se le agrega la cuestión física. Todos los futbolistas mencionados se vieron afectados por una mala forma física que, en varios por su falta de continuidad en el club donde procedían, configuró una plataforma en que los pibes, y algunos soldados que permanecían en la institución como Hilario, Farías, Battión, Tuzzio, Osmar Ferreyra, Fredes, tampoco pudieron encarrilar.
Gallego (PG 5, PE 6, PP 7 -incluyendo Sudamericana-), el candidato que pidió la gente tras la salida de Díaz, movió el tablero innumerables veces, probó pibes, borró históricos, cambió esquemas, pero el resultado final no se observa con nitidez en el campo de juego. Pasa como contra el Sabalero, lo gana desde el vestuario y luego no puede establecer superioridad, empieza a dudar, especialmente en defensa, y los rivales lo aprovechan sin atenuantes. La tabla del promedio, cual pajarito en la publicidad, repiquetea el cerebro de cada uno de los protagonistas, una mochila pesadísimas que impide actuar con claridad.
Un equipo sin respuestas
Y la gente murmura ante cada pase mal dado, las imprecisiones se multiplican y así encontrar fútbol para sacar puntos se asemeja a una tarea titánica. El problema de este Independiente no reside en la ausencia de testosterona. Abarca algo conceptual: es un plantel sin nivel técnico, salvo algunas excepciones, y muchos futbolistas en el piso de su rendimiento. El nombre de Ernesto Farías irrumpe. Del goleador que superó los 100 goles en Argentina quedan escasos recuerdos. Su culpa no es absoluta; en pocas posibilidades le ofrecen opciones concretas de gol. Un equipo que no escatima valentía en buscar los partidos pero que se enmaraña en sus propias incapacidades, sin referentes con aplomo para elevar el nivel de sus pares. Vaya contradicción en un grupo de jugadores con experiencia acumulada. Pibes con buenas intenciones (Pizzini, Monserrat, Villafañez y Benítez) que no logran coordinar rendimientos sustentables a lo largo de los partidos, sólo se encienden en momentos y no logran modificar la ecuación.
Independiente se mira al espejo y no se reconoce. Los tiempos gloriosos de Erico, De la Mata, Santoro, Pastoriza, Bochini, Trossero, Bertoni, Percudani, Pavoni y tantos otros que engalanaron al Rey de Copas, hoy están guardados en un cofre con naftalina para que no se dañen, que no se tornen amarillos, obsoletos. El hoy encuentra placas tectónicas en movimiento, un presidente que lucha contra la violencia, de manera digna y honrable pero muy solo, si hablamos del compromiso de sus pares, una barra brava que quiere recuperar los espacios de poder dados por otras comisiones directivas y un equipo que, si no modifica su devenir tanto en la cabeza como en las piernas, caerá en la más absoluta oscuridad.