Una escuela diferente es posible

Por Belen

Dicen que rectificar es de sabios. También dicen que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Con ambas afirmaciones estoy muy de acuerdo. Rara vez se rectifica o se intenta hacer las cosas de otro modo y cuando esto sucede, cuando se ve esfuerzo, ganas de mejora y cambio, el agradecimiento es grande.
Hace unos días tuvimos la reunión del segundo trimestre con el profesorado del curso de mi hijo, y no llevaba muy buen ánimo. La reunión del primer trimestre de los tres grupos de cuarto de primaria fue una catástrofe: negatividad, poco empeño, mucha vieja escuela, poco ánimo de cambio, culpas a los niños, una posición adultocentrista, cero inspiración, cero creatividad, cero nuevos proyectos. Salí de la reunión enfadada incluso conmigo misma por no haber pedido explicaciones allí mismo por aquella visión tan poco enriquecedora. Pero me quedé tan anonadada con lo que escuchaba que cuando quise reaccionar ya fue tarde. Era una reunión de principio de curso y tampoco quise alarmarme en exceso. Después los comentarios de Rayo con relación a lo que pasaba en clase hicieron que pidiera una tutoría temprana.
La impresión que me llevé de su tutora fue contradictoria. Por un lado seguía viendo la negatividad que impregnó la primera reunión con el resto de profesoras. Pero vi algo más, bueno realmente vi mucho más: un método más novedoso, ganas de cambiar, de probar, de realizar clases más dinámicas, menos seguir los libros, más talleres de las diferentes asignaturas, más trabajo por proyectos, más aprendizaje cooperativo. Según hablaba con ella me iba ilusionando pero había un problema y es que ella tenía un importante lastre: no le gustaba el alumnado y el centro que le había tocado. En esa reunión de hora y media, sí, sí, como leéis, hora y media, hablamos mucho, desde el respeto y las ganas de que las cosas se hicieran mejor. Quise creer que aquella larga charla serviría de algo, porque lo que vi claro es que ella necesitaba refuerzo en su manera de hacer las cosas y eso no lo encontraba entre sus compañeras de curso.
Las vacaciones de Navidad llegaron y con el nuevo año Rayo venía a casa contando que no había deberes, que habían hecho talleres en clase (un taller del agua, un taller de pintura al estilo Kandinsky, un trabajo en equipo sobre minerales,....), que su profe había programado una nueva salida a otro museo. También me decía que estaba más contenta, que no los regañaba en clase, que había colocado las mesas en círculos para que todos pudieran verse. Pero bueno, ¿qué estaba pasando? En seguida llegó esta segunda reunión y de nuevo temía la decepción. El principio de la misma era como un viaje en el tiempo al mes de octubre, más de lo mismo. Las otras dos tutoras repetían los mensajes aunque, eso sí, esta vez más suaves y sin tanto ánimo de ataque a los niños. Al menos al principio porque al final no pudieron evitarlo, ellas solas se iban animando la una a la otra. La tutora de mi hijo no decía ni una palabra. Al final, pidió a los padres que la acompañáramos a su aula. Y allí vimos florecer a una nueva profesora. Nos contó su proyecto, nos pidió disculpas por haber tardado en reaccionar, nos explicó en qué consistiría este segundo trimestre lleno de nuevas iniciativas y muchísima ilusión. El aula estaba llena de color, las paredes llenas de trabajos, las mesas en círculos, a los lados otras mesas con los proyectos de los niños. ¡Una maravilla!
No voy a entrar en detalle porque creo que podréis comprender el gran cambio que esta profesora ha experimentado. Ha vencido sus miedos, la presión del grupo y de sí misma para ejercer su profesión como realmente desea hacerlo. Confieso que la critiqué mucho, muchísimo en estos meses pasados pero también reconozco que no es fácil ser diferente y querer mejorar cuando el ambiente que te rodea es tan rancio y anticuado. Pero aplaudo su valentía y su esfuerzo. Este, sin duda, va a ser un gran trimestre. Sólo espero que la dejen trabajar.
Rayo viene feliz a casa, cada día contando cosas nuevas, aprendiendo muchísimo, llega con ilusión y con una tarea que jamás supera los 20 minutos, a veces ni eso. Casi siempre se trata de repasar lo aprendido en el día, alguna operación, o algún ejercicio puntual que no acabó en el cole. Todo muy ligero de tal manera que tiene tiempo de sobra para sus actividades extraescolares, para jugar y hasta para aburrirse un poquito alguna tarde que otra.

Tiene tiempo para practicar a diario con su flauta 


Cuando el tiempo lo permite más de una tarde podemos salir a jugar


Y lo mejor, podemos pasar tiempo juntos


¡Querer es poder! Es posible enseñar de otra manera, es posible dejar de culpar a los niños, es posible mirar más allá, sacar la nariz de los libros de texto y generar ilusión en los más pequeños. Donde dije digo, digo diego, porque rectificar es de sabios.