Una ética para la vida: Nuestra América de José Martí

Publicado el 19 diciembre 2012 por Tetenoemi @TeteNoemi

Aquí y entonces en el siglo XIX

Apuntes de lectura sobre el ensayo Nuestra América de José Martí siguiendo a Arturo Roig

Pensar es servir

vasijas taironas

Cuando el alfarero ponga el vaso en las manos de Dios
Tendrá también el olor vegetal de las selvas

 
Juana de Ibarbourou, en Un día

Debo confesar: no sabía que Martí hubiera escrito tanto, en tan corta vida. Conocía varias de sus obras, como los Versos sencillos, Versos libres, otras obras literarias y algunos de sus ensayos que publicara en prensa, como el que aquí me ocupa, Nuestra América *; pero desconocía que su obra escrita fuera susceptible de abarcarse en veintitantos tomos de más de doscientas páginas cada uno, y que gracias a la diligente y persistente lealtad de un discípulo suyo, llegara a nuestros días en su totalidad.

No es ocioso este comentario, pues considero que las lecturas nos marcan y definen en cierto sentido, y quiénes detentan el poder de construir los discursos saben las maneras y posibilidades de colonización del pensamiento, imponiendo ciertas lecturas y la negación de otras. Y tomo lectura en un significado más amplio : también es mirada, visión, creencia, ideología.

Para los apuntes al ensayo de Martí, aquí abarcado por la mirada de Arturo Roig [1], tomé algunas frases con carácter de sentencia (esos imperativos del lenguaje…) que me parecieron representativas y condensadoras de las ideas que expresa el texto, e intercalé asistida del análisis que hace Roig en un sentido más general (mi intervención será sólo en función de abreviar texto).

Nuestra América

Lo primero que reflexiona Roig respecto del texto de Martí, es acerca de cómo es que llegamos a lo nuestro, cómo nos afirmamos como valiosos y qué alcance ello implica. “Tal sería el planteo de base que surge del escrito de Martí… la pregunta es acerca del hombre como ente histórico y social y más particularmente, acerca de un hombre determinado: el de «nuestra América».”

  • Lo que quede de aldea en América ha de despertar … Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

La respuesta primera que nos da Martí es que es necesario superar la «mentalidad aldeana», «despertar del sueño aldeano», es decir, reconocer las limitaciones propias de nuestro horizonte de comprensión. Con ello, como en el caso de Bilbao, su pensamiento habrá de tener como base una crítica de la razón. La mentalidad «aldeana» nos lleva a ignorarnos a nosotros mismos, aun cuando suponga un modo de afirmación de un determinado sujeto, simplemente, porque ignoramos el «otro».

  • Los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse

Para conocernos a nosotros mismos no tenemos más remedio que conocer y reconocer a los demás, la norma que enuncia Martí no se refiere a un conocimiento entre pueblo y pueblo, sino a un reconocimiento de la diversidad interna de cada pueblo.

  • ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!

De ahí la necesidad de lo que denomina «del recuento y de la marcha unida», superada la aldeanidad en cuanto forma de mentalidad limitada, que en el hombre de ciudad, y en particular en el universitario intoxicado de libros europeos, adquiere su máxima negatividad.

  • El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

El punto de partida de «lo nuestro» es la «diversidad». A ella Martí la denomina «lo que es». Al mismo tiempo, también es punto de partida la «unidad» que no sea extraña a «lo que es» y ¿qué somos? ¿Qué es «lo nuestro»? Somos «el potro del llanero», «la sangre cuajada del indio», el «país», «el estandarte de la virgen de Guadalupe», «las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza», «el alma de la tierra». Pero también esta América nuestra es «el libro importado», «los hábitos monárquicos», «la razón universitaria», «las capitales de corbatín», «los redentores bibliógenos», «la universidad europea». Este segundo aspecto de lo «nuestro» es aquel de donde ha salido la enunciación de un «nosotros» ocultante del «nosotros». Es el de los que han caído en un «olvido», que es precisamente consecuencia de la «aldeanidad» el mismo olvido del que hablaba Bilbao. Ambos escritores desarrollaron, cada uno a su tiempo, uno de los temas tal vez más interesantes dentro de la historia del pensamiento filosófico-social latinoamericano, sobre el cual se ha desarrollado toda una crítica de la razón.

  • Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

Hay en «lo nuestro» una dualidad y en esto sí tenía razón el pensador argentino [Sarmiento], pero ella es … la de «lo artificial» frente a «lo natural». La llamada «civilización» es un artificio de la «razón aldeana», un universal ideológico que en cuanto tal funciona como encubrimiento, poniendo en juego el «olvido», fruto de una mala conciencia. La «barbarie», atribuida al «hombre natural» de Martí, es por el contrario, un poder histórico de desencubrimiento. El «olvido» y junto con él los proyectos de unidad de nuestra América, tomados de préstamo a Hamilton o a Sieyès, sobre los cuales se organiza doctrinalmente aquel «olvido», son los que movilizan por reacción, a un hombre marginado, que conoce además, al otro, como causa de su marginación.

  • Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros…

“No se trata… de un regreso a la teoría del «buen salvaje», aun cuando Martí nos diga que «el hombre natural es bueno». Es «natural» porque no está intoxicado con doctrinas… con aquellas que el hombre de la ciudad con su «razón universitaria» maneja contra él; es «bueno»… porque parte «de lo que es», en cuanto marginado y explotado, porque no integra los grupos sociales dominadores.
“… es por eso mismo un factor de irrupción en el proceso histórico, es el que denuncia con su simple vivir… los falsos principios de unidad, impuestos a partir de un desconocimiento de la diversidad. […] Es el hombre que viene a denunciar con su presencia «la parte de verdad» olvidada. Se trata de un ser que posee voz y que exige que le sea escuchada por lo mismo que se afirma en su alteridad.
Roig se pregunta acerca de cuál es ese sujeto al que Martí llamó «El hombre natural indignado y fuerte». Anteriormente se había referido ya a que se trata de una categoría, que rige nuestro proceso de la independencia, y que ofrece ciertas dificultades. Reitera que no se trata del mito del buen salvaje, ni de un hombre fuera de la historia “…por lo mismo que Europa jamás vio en este personaje fantástico un agente histórico…”; y el sujeto al cual refiere Martí sí lo es: “Con él nos está hablando de un sujeto de derecho, enfrentado a un derecho, el establecido y expresado en los libros… que goza de la fuerza institucional de la letra escrita; se trata… del destructor de una eticidad que desde su ser «natural» propone una nueva eticidad necesaria para un despliegue de la libertad humana.

“Es la expresión de la conciencia moral enfrentada a las leyes establecidas, es el principio subversivo, que es a su vez corrosivo de la eticidad vigente.”

  • Conocer es resolver

Frente a este sujeto histórico, “también integra «lo nuestro» … el «hombre culto», pero cuya cultura consiste en un mirar “con antiparras yanquis o francesas», colocándose “vendas» y hablando no con «palabras», sino con “rodeos de palabras», con «ambages», por el temor de ser claro. […] … es el que no pone en juego «la razón de todos en las cosas de todos», sino «la razón universitaria de unos, sobre la razón campestre de otros». Es el que ignora, a sabiendas o no, la relatividad de su propia posición y que hace de su «palabra», pretendida verdad universal. No ve o no quiere ver “que las ideas absolutas, para no caer en un yerro de forma, deben ponerse en formas relativas”. A este hombre debe sustituirle el «estadista natural», que del mismo modo que el “hombre natural», es el que tiene la capacidad de ver «lo que es», desde un saber universitario que no es ya importado, sino propio. En él «la universidad europea» ha cedido ante la «universidad americana», el libro foráneo, al libro nuestro.

  • El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Mundo conflictivo el de «nuestra América«, surcado de antagonismos: «la ciudad contra el campo”, «la razón contra el cirial”, «el libro contra la lanza», «las castas urbanas contra la nación natural”, «el indio mudo, el blanco locuaz y parlante», «el campesino, la ciudad desdeñosa», en resumen y con las mismas textuales palabras de José Martí «los oprimidos y los opresores». Eso es «lo nuestro».

  • El genio hubiera estado en hermanar

¿Qué hacer? … «Hermanar» no quiere decir, en el pensamiento de Martí, lograr un acuerdo entre dominadores y dominados, sino ponernos por encima de esa relación. Para ello no hay otra vía que colocarnos al lado del «hombre natural»: … los oprimidos… con su mirar «natural», constituyen, aunque no siempre con éxito ni conciencia, el poder irruptor en la historia”

  • … le está naciendo a América, en estos tiempos, el hombre real.

Aquel sujeto que es denominado con la expresión «hombre natural» no es, por lo demás, un individuo, sino que expresa o constituye una diversidad de sectores humanos unidos por su condición de explotados y a la vez marginados. Sus símbolos, según nos lo presenta Martí, despiertan todos en nosotros la idea de una humanidad reprimida que se empina, a pesar de eso, en una actitud emergente. […]… este ser humano, el de Martí, no se resuelve ni reduce a lo telúrico y lo sacro, como raíz oscura que ha de ser apagada y por último asumida por las Leyes del Estado. Se trata, volvemos a decirlo, de un «ser humano natural», hombres y mujeres, que si son «naturales», únicamente lo son por su capacidad de ejercer su modo de historicidad, no son «naturales» sin potencia de historia —como aparecía el «hombre natural» en el discurso europeo colonialista— sino que por ser capaces de irrupción, justamente no son «naturales» en el sentido con el que la cultura griega condenó a Antígona o la cultura europea de la modernidad condenó a nuestra América en el típico discurso opresor.

  • El vino, de plátano, y si sale agrio, ¡es nuestro vino!

¿Por qué el «hombre natural» indignado y fuerte «derriba la justicia acumulada en los libros»? Pues, como lo dice a continuación Martí, porque a esa justicia no se la administra «en acuerdo con las necesidades del país”. Surge de este modo el tema de las «necesidades» que acompaña constantemente a lo que podríamos considerar como aspecto esencial dentro de la ética de la emergencia. Si continuamos leyendo el texto de Martí nos encontramos con que esas necesidades no son atendidas por el mismo motivo que no se considera valioso o digno conocerlas. Para eso ¿qué hemos de hacer? Pues, volvernos hacia nosotros mismos, ejercer una forma de reconocimiento de lo que nos negamos a reconocer. «La universidad europea —nos dice— ha de ceder a la universidad americana»; «Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es la nuestra»; «los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos»

  • Estrategia es política.

“Los aforismos se suceden en el texto de modo denso. Con ellos, Martí, mediante el recurso a formas que se nos presentan casi como «actos de lenguaje», nos conmina a cumplir con la condición primera de todo saber y de toda moral, lo que hemos denominado a-priori antropológico, nuestra versión de aquella necesidad que es a la vez impulso (conatus) de «perseverar en el ser», que puede leerse en la Ética de Spinoza (III parte, Proposiciones VI y VII). ¿Quién, si no se tiene como valioso para sí mismo, ni considera valioso conocerse a sí mismo, puede llevar adelante un reordenamiento propio de los saberes y las prácticas?”

  • Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece.

Se trata, pues, de una moral emergente que busca afirmar sus propios principios en un horizonte de universalidad y en la cual la «dignidad» —principio sin el cual los demás «bienes« se dan falaces e inseguros— es la necesidad primera, la forma por excelencia de toda necesidad humana que da sentido e introduce un criterio para la evaluación del universo de necesidades y de los abigarrados modos que la humanidad ha generado para satisfacerlas. Se trata de una «dignidad humana» plena y que es, por eso mismo, también nacional y continental. Es la dignidad como la entiende un hombre que se siente integrante de esta «nuestra América».

  • No hay odio de razas, porque no hay razas. […] El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color.

“… el odio y el miedo que acompañan de modo evidente a la violencia… como solución de «lo nuestro», son reales, no lo son sin embargo – y también con palabras de Martí- las «razas de librería»… sobre las cuales pretende justificar … la «inferioridad racial» de las clases explotadas.
Roig dice, oblicuamente creo yo, que “las palabras de Martí, escritas en su artículo «Nuestra América», parecieran estar escritas teniendo en mente ´ensayistas como´ Bunge “. Personalmente me arriesgo a decir que fueron escritas pensando en el trabajo de Sarmiento, al que por otra parte, seguía en sus escritos con cierto interés.

  • Pensar es servir.

“Emergencia nacional y emergencia social, como momentos inescindibles para la postulación de una ética universalista que ponía la inflexión de la mirada en los grupos humanos en los que la alteridad alcanzaba su máxima expresión. Había que crear, pues, como dijimos, categorías adecuadas a la situación vivida, en la que se daban como inescindibles topía y utopía. Una de ellas fue la que Martí acuñó con su expresión del «hombre natural» […] Si la vida campesina es vista como el ámbito del llamado «hombre natural», es porque en ella, la palabra, exenta de las mediaciones de la «civilización», no ejerce una función logocéntrica, al modo como sí lo hace, por el contrario, la palabra escrita mediante la cual el hombre de la ciudad fija las normas de la desigualdad. […] … podríamos decir que hay un nivel más profundo… de acuerdo con el cual hay una palabra dada fuera del sistema y por eso mismo oral, enfrentada a otra, la escrita, que, por su poder de institucionalización, le otorga al sistema parte de la fuerza que necesita. Y así … la palabra oral sería, por …expresiva, la palabra de aquella moralidad primaria y es desde ella que el propio Martí, en cuanto escritor, intenta reconvertir el valor de la palabra escrita en un nivel de eticidad superadora.”

Hasta aquí el análisis del ensayo Nuestra América de José Martí siguiendo la mirada de Arturo Roig.

Teresa N Alvarez Grupos de Estudio Bs. As., 1093 Argentina

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* Aparecido en El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891.

[1] Roig, Arturo, en Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, 1981; y en Ética del poder y moralidad de la protesta, 1998.