Una farsa en cinco actos

Por Martazz
Es necesario a veces un poco de tiempo para ordenar los pensamientos. Se avecina un acontecimiento totalmente nuevo y desconocido, un prodigio sorprendente e imprevisible. Admito que hay ocasiones en las que me aterra pensar en lo que puede pasar: por eso pasan días y días en los que no escribo. No pensar aleja los monstruos de la mente, pero no los espanta totalmente. Al final me veo conducida a expresarlo: tengo miedo. He sido muy fuerte hasta ahora, pero los advenedizos ladrones de sueños están ahí fuera a la espera de cazarme la ilusión. Yo soy más fuerte, no tengo ninguna duda. Con este párrafo me enfrento a los monstruos de dientes afilados y los ahuyento. Soy más fuerte que el imnsomnio (he comprobado que con levantarse de la cama y alimentar a la fiera de mi estómago el cuerpo enseguida me pide almohada). He superado sin complicaciones un virus estomacal (con una histérica experiencia con el termómetro digna de grabar en vídeo), he superado momentos de pies hinchados, dolor de espalda y cansancio extremo y aquí me mantengo: más fuerte que nunca. Con mis ejercicios de respiración (que intento que se parezcan en lo posible a aquello conocido como "relajación para gorditas", "sofrología para embarazadas" o "aprende a respirar con tu nuevo cuerpo en pos de un parto mejor"), con mi yoga diario (¡a pesar de mi barrigota cada vez tengo más equilibrio!) y mis tres canciones al día de baile (más puede conmigo) parece que vuelvo a recuperar el tono físico. Y la fortaleza mental. Celebrémoslo con nuestro famoso grito de guerra: ¡Superpanci! 
Y para días extraños libros extraños. Hoy visitamos una peculiar obra de teatro ilustrada. Dautramer nos quiere convencer de que es sólo la traductora de una obra original del moldavo Dragoljub Zlahtrkjrswnvkke, y Guisantito le cree a pie juntillas, pero yo ya no soy tan ingenua, ¡no me creo ese apellido, cariño! Esta farsa es de arriba a abajo un libro magníficamente confeccionado como tal: las mismas guardas son falseadas reproducciones de críticas teatrales, de folletos de la obra y carteles del estreno. Cada dato (labrado con surrealista acento) se incorpora al significado de la obra aportando destellos mágicos que Guisantito no llega a comprender pero que le hacen abrir la boca. El pequeño pronto ha entendido que, aunque el reparto se conforma con actores de carne y hueso, los personajes van disfrazados de animalitos. Así la actriz que interpreta a la mariquita porta un bello vestido, abombado para aportar su redondez encarnada. El inconveniente es que, por ejemplo, el actor que hace de erizo es persona, erizo y además boa constrictor, pues es un actor disfrazado de animal disfrazado. Ya, sé que es un lío, pero un lío precioso. Os encantarán las ilustraciones donde se observan a personitas metidas en dobles disfraces. Mi favorito es Mosquito: ¡me encantan sus alas vaporosas! 
Lo comprenda o no totalmente Guisantito lo cierto es que todo le ha asombrado: los extraños diálogos, los a veces grotescos dibujos, la peculiar manera de presentar el escenario (las acotaciones son auténticas delicias minimalistas repletas de piedritas y gramíneas)...  Y todo con el ingenio de no limitar la expresión, ni visual ni verbal. Humor, sencillez y originalidad serán palabras fácilmente aplicables a esta obra que resulta toda una delicia. Quizá porque en el fondo, a pesar de sus extrañas formas, el lector ha de darse cuenta de que sus personajes se dibujan identificándonos a todos. Somos títeres disfrazados que a veces perdemos la noción de quién maneja los hilos, cuál es nuestra identidad, quiénes quisiéramos ser, quién conviene que nos ayude a conseguirlo y, en fin, un sin fin de preguntas que Dautremer plantea (o no, pero yo así lo veo) desde sus preciosas ilustraciones en cinco actos.
Guisantito, después de esto pasamos directamente a Alfred Jarry y Ionesco, ¿qué me dices?
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Banda sonora: las voces de Benjamin Biolay y Chiara Mastroianni en La ballade du mois de juin
_____________________________________________La tortuga gigante de Galápagos
Rébecca DautremerEdelvives, 2006