Comenzamos convirtiéndonos en estudiantes de la Biblia, con el deseo irresistible de experimentar la presencia del Señor, pasar más tiempo con Él, y ser conformados a la semejanza de Cristo.
La segunda característica de una fe más profunda, es la fuerte confianza en el Espíritu Santo, evidenciada por la costumbre de acudir a Dios antes de tomar decisiones. Tercero, demostramos la disposición de esperar en Dios y confiar en lo que Él dice. El Señor alabó al centurión por su gran fe. Por confiar en la persona y en el carácter de Jesús, el soldado creyó que la palabra de Cristo era todo lo que se necesitaba (Mt 8.5-10).
Pero hay un nivel de fe aun mayor, en el que la incredulidad es desterrada y solo la confianza en Dios permanece. Abraham mostró esa confianza cuando el Señor le ordenó que sacrificara a Isaac. La poca fe nunca habría cortado la madera o ensillado los asnos para hacer el viaje. La fe que él tenía lo impulsó a hacer el viaje, tal como Dios le había ordenado, creyendo que el Señor resolvería las cosas. La fe total actuará como hizo Abraham: él creyó lo que el Señor le había prometido; cumplió con la orden divina, aunque eso parecía contradecir la promesa que Dios le había hecho.
Que la fe total sea la oración y la aspiración de su corazón. El Espíritu Santo está siempre listo para ayudarle a alcanzar el siguiente nivel de fe.
(En Contacto)