Leer | MATEO 7.13-29 | La tragedia más grande que puede sucederle a una persona es pensar que fue salva, solo para descubrir después de la muerte que no lo fue. A todos nos gustaría creer las afirmaciones de quienes dicen que son cristianos, pero Jesús hace una dura advertencia porque sabe que muchos serán engañados. Se sentarán en la iglesia semana tras semana, asegurando que Jesús es el Hijo de Dios, pero sin establecer nunca una relación personal con Él.
Fe intelectual no es lo mismo que fe salvadora. No es suficiente creer que Él murió y resucitó. Hasta los demonios creen eso (Stg 2.19). La salvación implica más que conocimiento: requiere confiar en que Jesús pagó el castigo por nuestros pecados, recibir su perdón, dejar el pecado y establecer una relación con Él. Lo que importa no es lo que decimos con la boca, sino lo que sentimos de verdad en nuestro corazón.
Aunque usted probablemente no entenderá todo lo que sucede en el momento de la salvación, cuando Cristo se convierte en su Salvador, se convierte también en su Señor. Como el Dueño de su vida, Él tiene el derecho de gobernar lo que usted haga. Su Espíritu Santo hace morada en usted cuando es salvo, lo que significa que tendrá un cambio. Él trabaja constantemente para eliminar las actitudes y los comportamientos pecaminosos, sustituyéndolos por su fruto espiritual (Gá 5.22, 23).
Reconocemos que una persona es salva, no por sus palabras, sino por sus frutos. Si usted es verdaderamente salvo, su carácter será más semejante al de Cristo con el paso del tiempo. Esto no significa que nunca más pecará o fallará, sino que los pasos que dé serán pasos de obediencia.
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