El columpio que balancea la ficción apocalíptica que los amos del mundo intentan ocultar.
El aumento de la población a nivel mundial y su repercusión en el mercado laboral no podrá absorber la ingente masa de oferta para el trabajo en el sector primario de la recolección de materias primas y su posterior e inmediata transformación, además de los afines industrialmente que se derivan incluyendo servicios, amén de la incorporación de la robótica que dramatizará dicho escenario en todos los frentes, lo que sin duda producirá una involución social que reducirá en proporción alarmante mano de obra y una ansiedad sin precedentes, incapaz de ser mantenida por los tecnócratas de la sostenibilidad fiscal y social, sin obviar la parálisis de los gobiernos enfrentados en el descrédito y la corrupción, las corrientes migratorias y su ubicación territorial, atrincherando una judicatura que manifestará su impotencia ante el aumento de la criminalidad, por la falta de medios ante lo que debería considerarse el preámbulo narcotizante del caos y la insumisión civil, una vez que decidan los amos del mundo los niveles de equilibrio que la Tierra puede soportar antes de empezar el traslado de los más afortunados a otros planetas, si no se está haciendo ya en limitadas escalas encubiertas por desapariciones de científicos y técnicos, ya sea por "voluntarioso" cambio de domicilio o "accidentes" de los que tenemos constancia y escasa información sobre las víctimas y sus lazos profesionales, que podrían orientarnos sobre la verdad de lo que está sucediendo.
La globalidad macroeconómica ha hecho que nadie tome decisiones inteligentes y apremiantes que podrian conducirles a la falta de confianza y a ser señalado con el dedo de la acusación, que podría llevarle a no ver su cabeza sostenida por una pica, tal se prevee que las insurreciones podrían manifestarse en forma de mutaciones descontroladas y sangrantes. Las democracias se seguirán perdiendo por el desgobierno del hoy que manifiesta sugerencias difíciles de acometer y muchos menos de solucionar con el transgénico convertido en pan, y del que ya se tienen dudas razonables sobre sus perjuicios y los atentados que sufren al intentar envenenar las cosechas, protegiendo a fuego únicamente las aguas de los manantiales.
La incompetencia y la necedad se haría pagar, la envidia, el rencor se manifestarán y pocos lograrían escapar de las hordas del descontento, del hambre, del pensamiento residual convertido a masacrarlo todo cuanto antes, con el único objetivo de vengarse de uno mismo, del vecino, del patrón, de quien un día osó mirar a otro lado buscando otros responsables que no fuese él.
La corrupción, la terquedad, la falta de compromiso, una necedad paralizada por una incompetencia sin límites y la impunidad mediocre y de forma generalizada e institucional, sería el resultado de precariedades acusadas en la lealtad de falsa honestidad y en fingir confianza de los países más tradicionales y desarrollados, para seguir financiando a bajo interés una muralla de protección ante un problema de una magnitud tal que hará palidecer al más imperfecto visionario, sin dejar de lanzar por ello evocaciones para darle la vuelta a una tortilla cocinada con huevos podridos, alimentando ridículos aforismos, utopías que no colmarán los desastres pendencieros de esos ignorantes de reducida dimensión mental, que han sido capaces de llevarnos a una situación que ni tan siquiera los "iluminados" pueden ya detener el caos, lo que haría que las puertas de esas endebles defensas terminasen cediendo ante una barbarie desconocida.
Los estados del vivir con dignidad se han desorganizado en su propia e inútil burocracia, poca auditada por los magnates del pensamiento, produciendo signos desconcertantes inmersos en una filosofía de papel servilleta, convirtiendo la mente en una fragilidad humana sustentada por el apoyo de unos cuantos millones de votos esparcidos por un mosaico de intenciones que nadie tendrá la valentía de utilizar cuando suene el primer aviso, salvo por aquellos que en un instante de debilidad, los mismos que aupan el sentido filosófico con su brindis al sol, tarde o después también quedarán fulminados por el brillo del fuego a quemarropa de una ideas cristalinas que se rompen con solo pensar en ellas, y entrever que la irrealidad es una constante de la que nadie se podrá zafar, ni el instante de su hora zulu que les salve de su propio fracaso y definitivo cataclismo. Las cartas desde hace tiempo fueron echadas, y la suerte ha desaparecido de cualquier escenario de supervivencia.
Calmar la vida, tener esperanza, obstinarse en recuperar el tiempo perdido es una maldad perversa y dolorosa, una mala jugada, que hoy, tal vez mañana, nos pasará factura al comprobar que el pasado vuela, el futuro se adelanta para que un enternecedor presente en la aventura final de rebelarse no le ponga barreras a la impotencia. Y las mariposas han desaparecido del estómago del sentimentalismo más procaz que ocultará cualquier redención. Y ese si es un síntoma a tener en cuenta. Ya no habrá trompetas que anuncien la llegada de quienes se atrevan a socorrer nada de lo que pueda quedar y merezca la pena.