Sí, soy un romántico. Un idealista. Incluso una rara avis. Durante toda mi etapa, primero como jugador en activo de ajedrez y posteriormente como entrenador de otros ajedrecistas, he vivido y comprobado cuan fuerte puede ser el deseo de victoria. Si ese deseo no se controla en su justa medida, el exceso puede ser tan nocivo como la peor racha de derrotas. Pero, por otra parte, ¿qué sería de cualquier deporte sin el afán por ganar aunque fuera a las chapas?. Por el triunfo sufrimos, padecemos, entrenamos, nos superamos, vamos más allá de nuestros límites y competimos. Su sabor es tan dulce que cualquier sacrificio queda sobradamente compensado si, al acabar cada partido, nos sabemos ganadores. Entonces, ¿dónde está la controversia?.
Unos, la gran mayoría, prefieren la vía más cómoda y rápida de alcanzar el éxito. Todo en pro al triunfo final. Lo importante es solo la victoria. Y si nos llevamos el Vince Lombardi tras unos cruces afortunados, frente a rivales considerados débiles, mejor que mejor. Como decía el llamado Sabio de Hortaleza: "ganar y ganar, y volver a ganar, y ganar y ganar!".
Otros, sin renunciar un ápice a ese afán de victoria, anteponemos el placer por la competición. Siempre creí que cuanto más fuertes resultaran mis adversarios, más grande sería la gloria del triunfo en todas y cada una de mis victorias. Quizá, frente a rivales débiles, tengamos más posibilidades de llegar hasta la cima y... caramba!, ¿qué hay de malo en que a uno le allanen un poco el camino?. Hay que estar loco para querer retar a los mejores pudiendo salvar eliminatorias contra otros no tan potentes. PUES NO, SEÑORES, NO. No hay mayor subidón que vencer a los mejores, a cuantos más, mejor!. Y hacerlo sobre rivales que juegan con todo su potencial, por supuesto!.
Siento que el infortunio nos ha escamoteado unos grandes playoffs. Vamos a vivir enfrentamientos apasionantes, estoy convencido. Pero no es menos cierto que la plaga de lesiones que este año ha azotado la liga, concentrados en algunos jugadores clave de muchos equipos, va a privarnos no de grandes espectaculos -que los tendremos, no cabe duda-, pero sí de los mejores posibles. La fatalidad nunca ha respetado colores pero lo ocurrido con los Houston Texans y los Chicago Bears puede marcar el curso de la temporada.
En Houston, los Texans han conseguido, por primera vez en su historia, clasificarse para la post temporada. Se podría pensar por ello que los objetivos ya han sido cubiertos con creces. Nada más lejos de la realidad. Gente tan competitiva como jugadores y técnicos de la NFL nunca ven saciada su sed y si tienen oportunidad, con la gloria tan cerca, seguirán hacia delante, cueste lo que cueste. Cuando un equipo logra su paso a los Playoffs, como cualquier buen alpinista, solo mira hacia arriba y nunca hacia abajo. Pero en el caso de los Texans, el equipo llega a la post temporada seriamente mermado. Sus pilares en ataque han sido debilitados, incluso derruídos, durante los últimos meses. Arian Foster, uno de los mejores corredores de la liga, lleva encadenando lesiones y molestias desde antes de que se iniciara la competición. Aún así, con 1,066 yardas y 9 touchdowns, ocupa la sexta posición en el ranking de RB's. Andre Johnson, wide receiver estelar, seriamente aquejado de dolencias en los isquiotibiales, se ha perdido ocho de los trece primeros partidos. Y ni que decir tiene lo sucedido en la posición de quarterbacks. Con Matt Schaub y Matt Leinart lesionados para toda la temporada, deberá ser el rookie T.J. Yates quien conduzca al equipo hasta sus más altas metas.
Con todo, los Texans tendrán oportunidad de aspirar a lo máximo. A trancas y barrancas han hecho valer la ventaja obtenida durante la temporada sobre Titans, Jaguars y Colts. Cuando llegue el frío enero y la vida dependa de un partido, nadie pensará en los que faltan sino en los que están. Pero yo seguiré pensando que alguien me ha escamoteado a la mejor versión de los Houston Texans luchando en igualdad de condiciones contra sus rivales.
En peor situación se encuentran los Chicago Bears. Hoy ocupan una casi definitiva tercera posición con 7-7 (tras Packers & Lions) cuando, hasta hace pocas semanas, superaron a los Lions con contundencia (13-37) y tras una racha de cinco victorias consecutivas, se aprestaban a luchar por una plaza en los Playoffs. Las lesiones puntuales, pero muy importantes dentro del esquema de Chicago, de Matt Forte iban parcheándose al tiempo que el equipo perdían importantes puntales en la línea como el offensive tackle Gabe Carimi -The Bear Jew- o el offensive guard Chris Williams.
Pero, sin duda, el mazazo final llegó en la jornada décimo primera cuando en una acción desafortunada, el quarterback titular Jay Cutler -en uno de sus mejores momentos deportivos-, sufría una rotura del dedo pulgar de su mano derecha al intentar detener al cornerback de los San Diego Chargers, Antoine Cason, tras una intercepción quedando fuera para toda la temporada. Si le añadimos la merma en el rendimiento de Devin Hester por razón de su tobillo y la espeluznante acción de Johnny Knox entenderemos la hecatombe sufrida en Chicago. Quedar fuera de los playoffs siempre es una decepción. Más si el apeado de la competición es un equipo construído para ello y que en el pasado ha demostrado su fiabilidad. Pero hacerlo debilitado por oleadas de lesiones es algo que, seas aficionado a los Bears, seas rival, en cualquier caso, amante de este deporte, es verdaderamente dramático. Gajes del deporte.