Una gata vieja y dos tórtolas turcas

Por Majelola @majelola

Foto: Mariaje López


   Fortunata y Jacinto; así bauticé a la pareja de tórtolas turcas que desde hace año y medio decidieron quedarse a vivir y anidar en época de cría en nuestro jardín. Por supuesto, no distingo a Fortunata de Jacinto. 

    Todas las mañanas repongo los dos comederos de aves ante la impaciente mirada de una decena de estas palomas que aguardan sobre el cable del tendido eléctrico, y la de no menos de treinta gorriones, que apostados entre las ramas bajas del gran cedro esperan obtener su ración. Luego las demás tórtolas se marchan, a excepción de Fortunata y Jacinto, que como he dicho, viven aquí. 

    Sé que estas aves se guardarán fidelidad, y que si uno de los dos miembros muere, el otro no volverá a tener pareja en toda su vida, igual que pasa con las vecinas cigüeñas. Con el tiempo, Fortunata y Jacinto han llegado a comer de nuestra mano, y esto tiene mucho mérito, porque las aves son seres muy asustadizos. 

    A mediodía, si comemos en el porche, las dos palomas se acercan a pedirnos más comida. Entonces solo están ellas. Son muy graciosas, pues en lugar de llegar volando suben las escaleras de una en una, como si fueran animalillos de cuatro patas. 

    Más tarde llegó Menganita; una preciosa gata callejera entrada en años. Llevábamos un tiempo sin gatos, porque nos dejaron los dos que convivían con nosotros en el trágico 2020, que se llevó tantas vidas como aflicciones nos trajo. 

    Menganita, también precavida —y con razón, a juzgar por su estado, ya que todo indicaba que no había tenido buenas experiencias con los humanos—, acabó estableciendo su territorio en el jardín. Al principio perseguía a las tórtolas. Menos mal que ellas andaban listas. No obstante, cuando las veía subir a ras de suelo por las escaleras, me temí que un día íbamos a tener un disgusto. 

    Últimamente, he comprobado que Fortunata (¿o Jacinto?) se atreve a picotear cerca de la felina, y que ésta la observa impasible sin mover ni un pelo del bigote. Me pregunto si se estarán haciendo amigas. Tal vez Menganita ha comprendido que las tórtolas son gente de la casa, y que por tanto, ha de respetarlas. Es una idea loca, pero los gatos callejeros son muy agradecidos, y los animales en general, nunca dejan de sorprenderme.  

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