Había una vez un rey rico y muy querido que solía visitar regularmente los reinos vecinos para mantener buenas relaciones con los otros monarcas. Durante las reuniones entre los reyes, era costumbre intercambiar regalos, y el amable rey siempre llegaba con las manos llenas y regresaba a su reino con las manos aún más llenas.
El Rey había invitado a miles de entrenadores profesionales de loros de todo el reino y los reinos vecinos, y habían hecho todo lo posible para hacer volar al perezoso loro, pero no importaba lo que intentaran, el loro no se movía.
Los asesores del Rey le aconsejaron que publicara un anuncio, prometiendo mil monedas de oro a quien lograra hacer volar al perezoso loro. El Rey estuvo de acuerdo, y eso es exactamente lo que hizo.
A la mañana siguiente, un simple granjero llegó al palacio del Rey y afirmó que podía hacer que el loro abandonara su rama y volara. El rey era muy cauteloso, no entendía lo que un simple campesino podía saber sobre el entrenamiento de loros que los amaestradores reales de loros no superieran.
Sin embargo, ese día, mientras el Rey caminaba por el jardín, vio dos loros volando por el aire, uno de ellos era el loro perezoso que jamás antes había abandonado su rama. El Rey convocó al granjero de inmediato y le preguntó: "¿cómo hiciste para que mi loro perezoso abandonara su rama y volara?"
El granjero respondió: "fue muy fácil, su Excelencia, corté la rama en la que estaba sentado"
Esta parábolas nos enseña que, al igual que el loro, todos tenemos la capacidad de tener éxito y alcanzar nuevas metas, pero se necesita coraje para enfrentarnos a cosas que no nos son familiares o que nos asustan. Debemos liberarnos de nuestra rama, nuestra zona de confort, para explorar nuevas posibilidades de éxito y descubrir cuáles son nuestras verdaderas capacidades. Hasta que eso suceda, no podremos extender nuestras alas y volar.
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