Ayer viernes se conoció el resultado de la investigación que el Departamento de Seguridad de la Liga ha venido desarrollando. La conclusión determina que entre 22 y 27 jugadores de la defensiva de los Saints, así como el coordinador defensivo, Gregg Williams -y con el consentimiento de Sean Payton-, crearon un programa de "recompensa" por el cual, sus jugadores percibían cantidades extras en función de su rendimiento y unos bonus por causar la lesión de los rivales. El dinero de ese fondo fue obtenido de la contribución de los propios jugadores, incluso con la participación del propio Williams- y las recompensas se abonaban como gratificación de jugadas como intercepciones, fumbles, etcétera. Pero también se pagaba generosamente por sacar a un rival del partido ya fuera de forma temporal (1,000$) o definitiva (1,500$), doblándose o triplicándose esas cifras durante los Playoffs.
Las reglas de la NFL son muy claras a este respecto: "está prohibida cualquier bonificación sin contrato". Más concretamente, todos los equipos recibieron una comunicación para la temporada 2011 en la que se decía que "ninguna bonificación o gratificación puede ser ofrecida, prometida, anunciada o pagada, directa o indirectamente, a los jugadores por su rendimiento o el del equipo, en contra de un equipo en particular, un jugador específico, o un grupo particular del mismo. Ninguna bonificación o gratificación puede ser ofrecida o pagada por conducta indebida en el terreno de juego (por ejemplo, faltas personales o causar lesiones a los jugadores rivales)".
Me parece simplemente indignante. En primer lugar porque todos recordamos la brutal carnicería a la que fueron sometidos los Arizona Cardinals de Kurt Warner y los Minnesota Vikings de Brett Favre. La caza implacable que este último sufrió durante la Final de Conferencia fue una de las acciones programadas, planificadas, ejecutadas y consentidas más bestias que he contemplado en este deporte. Cada una de las muchas veces que el front seven local impactaba contra Favre, alguna de ellas escandalosamente tardías -con la complacencia de los árbitros-, cada vez que indisimuladamente le asestaban esos golpes buscando impactar contra tobillos, articulaciones o cabeza, cada vez que eso sucedía, ahora sabemos que no era un simple lance desafortunado del juego, sino algo voluntario ideado/consentido/alentado por Payton y su cuadrilla.
El equipo campeón del 2010 incurrió en dos graves infracciones totalmente indiscutibles, claras y evidentes. La primera reglamentaria pues, a la luz de la investigación se establecen claramente los hechos. No solo quebrantaron las normas al establecer ese programa de pagos sino que, al parecer, fueron tan estúpidos como para reflejarlo en algún documento. Así pues deben ser sancionados con dureza. Más preocupante, en mi opinión, es la segunda infracción, la moral. El fútbol es por naturaleza un deporte violento, de choque e impacto. Por esa razón anda siempre en el alambre de su reglamentación, si esta es demasiado laxa, la salud de sus jugadores corre serio riesgo; si es demasiado dura, la belleza del fútbol desaparece. Además, los primeros interesados en respetar a sus contrarios deben ser jugadores, entrenadores y directivos. Para los primeros -y no es ninguna exageración-, les va la vida en ellos y todos saben que cualquier golpe desafortunado, puede acabar con la vida -por lo menos la deportiva- de sus compañeros, o de la suya propia.
Así que cuando esos secuaces de la defensa de los Saints, con su Defensive Coach al frente, decidieron olvidar esas líneas rojas que jamás deberían ser traspasadas, cuando vendieron su alma al diablo por un puñado de dólares, cuando les importó un pimiento la vida de sus compañeros y buscaron intencionadamente la lesión de uno de ellos (que en fútbol siempre debería ser un desgraciado accidente, Y JAMÁS un objetivo), se convirtieron en una vergüenza para el mundo del fútbol. Luego, esos mismos que justifican estas acciones protestarán airadamente cuando Roger Goodell se ve obligado a dictaminar más normas de protección al quarterback.
Es posible que algunos no compartan estas opiniones. Nos dirán que, en mayor o menor medida, todos los equipos lo hacen. Y hasta es posible que tengan razón. Mi indignación no nace de quien origina la falta o de quien la reciba sino del hecho en sí. Y si, para mayor INRI, un equipo vulnera una norma, es tan estúpido como para dejar un reguero de pruebas y, lo más repulsivo de todo, busca de forma intencionada el grave daño de un compañero, entonces la Organización debe cargar contra ellos, sea quien sea. Menos rodilla al suelo, oraciones, programas de salud, menos hipocresía y más fair play señores, que esto no es el deporte menospreciable que algunos intentan vender. O sí?.
Queremos sanciones y las queremos ejemplificantes, de igual gravedad que los hechos expuestos para que aquellos tentados a ir más allá de los límites de este deporte se lo piensen dos veces antes de recurrir a estas bochornosas artes. Hay que erradicar estas conductas de la liga, ahora y para siempre. Desafortunadamente recaerá sobre toda la franquicia en lugar de repercutir individualmente contra todos aquellos que, directa o indirectamente, estuvieron implicados en semejante bochorno o no hicieron nada para detener esa locura. Aunque quieran vendernos la moto, estas prácticas nada tienen que ver con el fútbol sino con un deporte que no existe. Es el precio que los New Orleans Saints deberán pagar.