Mi historia nace como muchas, nace escondida, cautiva y prisionera de roles sociales.
Yo nací hace más de 29 años, en una familia modelo patriarcalista, en un núcleo social de derechas, colegio religioso y elitista, amigos y ambiente elitista, una isla menor y de complejos mayores, donde lo que está bien hecho no es lo que uno siente o padece, sino lo que está determinado por los roles de toda la vida.
Yo siempre era el “cabecilla” de mi grupo de amigos y eso me llevaba a aparentar ser el más Heterosexual de los Heterosexuales en la faz de tierra, siendo el que siempre entablaba conversaciones de tinte sexual y heterosexual, el que siempre dejaba notar que me fijaba con interés en los atributos de las compañeras de clase.
La verdad que hasta los 20 y pocos, no pude identificarme con una tendencia sexual u otra, ya que ningún nombre encasillado me identificaba realmente; yo me enamoré loca y perdidamente de una mujer, pero en mi interior y en mis momentos de soledad seguía interesando en los chicos, algo dentro de mí me decía que eso lo debía ocultar bajo toneladas de represión y frustración.
Pero en mi interior y de forma inocente me percaté que en los vestuarios yo me fijaba con especial interés en mis compañeros, que en Internet buscaba videos pornográficos gay y no entendía el porque lo hacía, pero uno pensaba: qué curiosidad insana y pasajera.
Hasta los 25, me decía repetidamente que yo NO ERA GAY, sólo era una curiosidad insana y que jamás tendría ningún contacto sexual con ningún chico, ya que mi familia, mi colegio, mi ambiente me decía que eso era SER MARICON, y eso implicaba ser malo.
Ser gay era motivo de vergüenza, argumento para esconderse y vivir en ambientes fríos, oscuros y denigrantes. ¿Triste verdad?
Hasta los 25 años, jamás mantuve relación directa con ningún chico, sin pasar jamás de momentos de onanismo…Un onanismo homosexual que se mantenía incluso teniendo una relación estable heterosexual.
Desde los 25 hasta los 27, mantuve alguna que otra escapada sexual con algún chico, siempre recubierta de nerviosismo, oscuridad, vergüenza y ansias por descubrir.
Fueron pocas las ocasiones, y siempre fugaces, tan fugaces que en mi memoria no están grabadas con nitidez, quizás porque yo en el fondo necesitaba ser amado por una mujer, por un hombre, eso daba igual, tan sólo ser amado.
Aunque no estén grabadas en mi memoria con nitidez, es igual de cierto que para mí cada experiencia sexual era una un triunfo personal, un día, un momento, una experiencia para disfrutar.
Siempre me decía que yo no era gay, sino que yo me enamoraba de la persona y no de sus órganos sexuales. Y hoy por hoy, la verdad que aún no he resuelto ese debate interno, pero lo que sí sé es que cada día me fijo más en los hombres.
Ahora y desde hace 3 años tengo una pareja gay, con la que vivo en Madrid,que me llena y me hace sentir una persona especial y única. Lo quiero y él me quiere, y aunque algunas veces el camino se hace difícil, sé que él es mi compañero de viaje y que lo seguiré amando en los momentos difíciles. Es mi novio, mi mejor amigo, mi compañero, es parte de mi familia.
Tener una pareja gay, en una sociedad como la mía, es muy enmarañado, siempre esquivando rumores, sorteando dudas y driblando roles.
Tener una pareja, me hace libre en mi interior, soy feliz con él.
Me pregunto si debo decirlo a mi familia y amigos, decir que tengo novio y que por lo tanto soy gay, muchas son las ocasiones en la que querido gritarlo a los cuatro vientos, pero después me digo, ¿si fuera heterosexual, también lo gritaría a los cuatro vientos? ¿Por qué la gente opina que debemos marcarnos socialmente con alguna tendencia sexual? ¿Por qué encasillarnos?
Tal vez, estas preguntas las hago por que sigo sintiendo la mirada dura y fría de mi padre y profesores (curas) que me dicen desde el pasado - Reprímelo, sé heterosexual, ten una mujer e hijos y sé normal-.
Esta historia está incompleta, faltan muchas capítulos y sentimientos por explicar, pero si lo hiciera, si diera todos los capítulos de mi historia, ya no sería solo yo el dueño de mi historia.
Un cuento al que le faltan muchos partes por escribir, pero lo que sí es seguro es que esta historia habla de libertad y felicidad.
Puedo aparentar por mi mala forma de explicarme que he sido muy infeliz; todo lo contrario, simplemente lo vivo en la soledad de mi alma. Lo que no implica infelicidad, solo privacidad
Hoy y a mis 30 años, me siento más libre y realizado que nunca, aunque aún me quedan eslabones que romper de la cadena de la represión social.Para aquellos más jóvenes que me lean, me gustaría decirles, que en esta vida, cada uno de nosotros somos los protagonistas, no dejemos a nuestros padres, amigos y familia, que ocupen el mando de nuestra vida, sé tú mismo.PD: El creador de este blog nunca sabrá la importancia de su iniciativa, que marcará el rumbo de miles de historias personales. Muchas gracias por abrir esta ventana a la esperanza.