Esa horita y pico que me queda por delante siempre me agobia. Malditas las ganas que tengo de despertaros. No os hacéis una idea del trabajo que me cuesta empezar a llamaros, acariciaros la cabeza, despertaros poco a poco. "¡Buenos díiiias, papas fríiiias!", "¡Arriba, que ya es de día!", "¿Quién quiere ayudarme a poner el colacao?". Más de una vez, y de dos, se me pasa por la cabeza llevaros conmigo a la cama grande. Y que le den por culo al colacao y al cole.
Ayer me costó 10 minutos sacarte de la cama, Luke. Ni llevándote en brazos al salón te espabilabas. Y tu hermana ya estaba pidiendo su leche y su bollito, ese que deja nada más darle un par de bocados, y luego me acabo yo cuando vuelvo a casa. Te emperras en "ayudarme", y tengo que sentarte en la encimera, pero hay mañanas que no me fio de que vayas a caerte, medio dormido. Menos mal que se te pasa rápido, nada más coger la pajita de un color que no te gusta. Luego ya empiezas a sonreir, a jugar, y todo es más fácil.
El día que me ponga a hacerte una trenza en lugar de una coleta, no llegamos a tiempo al cole. Falta preparar la mochila y las meriendas. Una mirada rápida al papel sujeto en el frigorífico. Aunque casi mejor os pregunto a vosotros, que ya sabéis mejor que yo qué es lo que toca cada día. "¡Que hoy sea galletas! ¡Que hoy sea galletas...!". Toca bocadillo. A buscar solución en el frigo. Sabía que tenía que haberme levantado cinco minutos antes. A tí, Luke, te da un poco igual, siempre que no sea fruta, ¿verdad? Pues salchichón. Vamos al coche. Y a escuchar un poco de rock and roll por el camino. Come On, Come On!
Dos minutos de margen. Menos mal que ya no tienes esa fijación por llevarte a Rayo McQueen al cole, o a tu dinosaurio. Porque solo me faltaba tener que ponerme a buscarlo en la leonera del cuarto de los juguetes. Eso era antes, Luke, cuando llegábamos al cole, y después de dejar primero a Leia en su clase, tú entrabas serio y angustiado a la tuya, en modo zombie, y me dejabas a mí más angustiado aún en la puerta. Necesitabas un juguete, un amigo, tu amigo. Ahora ya es otra cosa. Hasta tu seño me comentó esta misma mañana; "¿Has visto cómo trae ya otra cara?", entre que yo te despedía con un beso enorme y ella te daba la bienvenida con otro, casi igual de cariñoso.
Y otra cara es la que llevo yo de vuelta a casa. Una hora y pico que da para mucho, y para apenas nada. Pero es mi hora y pico. Ahora, a esperar para ir a recogeros.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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