No pude evitar recordar horrorizado esta secuencia. No pude dejar de pensar en la terrible posibilidad de que cumpliera su amenaza, de que se materializara un crimen como el ya conocido de la película
Psicosis.
Quiero, antes que nada, advertir que la conducta asesina del psicópata que presenta esta cinta no es, con diferencia, la conducta común en los psicópatas; y mucho menos si están tratados convenientemente. La mayoría de ellos llevan una vida completamente inofensiva para sus congéneres y, con sus peculiaridades y limitaciones, pueden vivir en el seno de la sociedad. He conocido a otras personas que padecen esquizofrenia y viven su vida de manera más o menos autónoma, aunque precisen de la tutela de familiares, amigos o profesionales. La gran mayoría deja en paz a la gente y repercuten sus problemas sobre sí mismos. Socialmente dan "el cante", pero muchos pueden adaptarse y llevar una vida relativamente normalizada.
No es el caso del personaje genialmente interpretado por Anthony Perkins, cuya doble personalidad encarnada por una madre protectora y posesiva le convierte en un asesino a su pesar.
La celebérrima escena de la ducha, que aquí presento, nos muestra a Marion (interpretada por Janet Leigh) acuchillada por el otro yo (el materno) de Norman. El pequeño fragmento del film es una obra maestra (de un director genial); no sobra ni falta un solo plano. La música de Bernard Herrmann, complementa perfectamente las imágenes.
El rodaje dejó su huella en la protagonista: "Leigh quedó tan afectada por la escena cuando la vio, que no se duchaba a menos que fuera absolutamente necesario; aseguraba todas las puertas y ventanas del cuarto de baño, y dejaba la puerta de la ducha abierta."