Por el plato de lentejas de siete escaños, Pedro Sánchez ha aceptado, bajo el control de un “verificador” internacional, sentarse en el extranjero con el prófugo Carlos Puigdemont, como si se tratara de un encuentro entre dos Estados independientes, Cataluña y España. Desde la misma unidad de la nación española hace cinco siglos, Cataluña forma parte esencial de España y de su unidad política y territorial. El presidente del Gobierno ha cargado sobre sus hombros las cenizas del despropósito histórico.
Y lo ha hecho el mismo día que el primer nombre de la historia del PSOE, Felipe González, ha calificado de “intolerable” lo que se está haciendo. “No es perdonar, es pedir perdón a los que cometieron delitos”. Resulta humillante postrarse ante un presunto delincuente que pretende regresar a España en triunfo, aclamado por la muchedumbre en Barcelona. Carlos Puigdemont, tras dar un golpe de Estado y despedazar la Constitución, ha conseguido que Pedro Sánchez, ofendiendo a los jueces, decrete que ni el golpista ni sus compinches cometieron delito. Y como consecuencia que España no es un Estado de Derecho sino un Estado opresor, en el que los jueces y magistrados condenan a los inocentes obedeciendo órdenes de los dirigentes políticos.
Son millones los españoles que enrojecen de vergüenza ante el grado de indignidad que la negociación de Sánchez con Puigdemont supone. Y para mayor inri, con un “verificador” internacional que ha situado el conflicto en niveles insoportables para la dignidad del pueblo español.
FUENTE: https://www.elimparcial.es/noticia/262223/
Luis María ANSON