Hace casi 300 años que vió la luz la historia de Los viajes de Gulliver, la novela de Jonathan Swift, que a finales de 1726 logró convertirse, rápidamente, en una de las novelas más leídas y admiradas por generaciones de jóvenes... y no tan jóvenes. Actualmente, en una era en la que los viajes espaciales están a la orden del día en el cine y la literatura, podríamos pensar que este tipo de novelas de aventuras estaban desfasadas, pero en vez de eso, comprobamos que los guionistas siguen "mamando" de las novelas clásicas para sacar adelante historias "nuevas". De hecho, tienen tanta relevancia que todo el mundo conoce novelas de aventuras clásicas como 20000 leguas de viaje submarino o la que hoy nos trae aquí, Los viajes de Gulliver.
Pues bien, en plena era del 3D, y con un lavado de cara, llega de la mano del director Rob Letterman una adaptación libre de la novela original, trasladando la acción a nuestros días con un peculiar Gulliver y unos peculiares liliputienses... aunque perdiendo la esencia de la novela, la majestuosidad de las recreaciones que hacía y la inverosimilitud de las aventuras vividas... para trasladarnos todo ello en una película mediocre que tan sólo sirve para amenizar la tarde a los más pequeños de la casa y los fans de su protagonista, Jack Black.
La historia, en su nueva revisión, nos presenta a un repartidor de correos del Nueva York Tribune, llamado Lemuel Gulliver (Jack Black), quien debe formar a un nuevo trabajador, pero dada la dejadez con la que lleva su oficio, ve como rapidamente se queda atrás, y no logra ni promocionar ni a la chica de sus sueños, Darcy Silverman. Enojado con la vida, y con un ataque de valentía, decide acercarse a su damisela y pedirle una cita, pero con el miedo escénico acaba, de la forma más absurda, aceptando un nuevo puesto de trabajo como redactor de viajes, y como primera misión, su amada le encarga que vaya al Triángulo de las Bermudas y escriba la mejor historia de aventuras vista en su diario. En este viaje, sólo ante el peligro, acaba naufragando en la isla de Lilliput, poblada por gente bastante pequeña y gobernados por el rey Teodoro (Billy Connolly) y la Reina Isabel (Catherine Tate). Los liliputienses acaban venerando al intruso al salvar a su rey de un incendio y se hace amigo de Horacio, un liliputiense acusado de "tirar los tejos" a la princesa, de la que también está locamente enamorado el insensible general Edward (Chris O'Dowd), quien acabará enfrentándose a ambos.
Quizás lo único bueno de la película es la historia, pero contada como tal, no vista en pantalla grande, pues Gulliver, interpretado por Black, tiene más el caracter de este actor ya visto en todas sus anteriores películas que el del Gulliver original, con lo que parece que estemos ante Escuela de Rock con enanitos o cualquier otro título del actor, donde siempre recurre a sus mismos gestos, sus mismas canciones y comportamientos histriónicos. Como era de esperar, con este actor se busca más el humor que las aventuras, y la película está repleta de chascarrillos que aderezan la trama, nos sacan alguna sonrisa, pero no va más allá. De hecho, las pocas escenas que intentan que sean de acción o aventuras se ven empantanadas por el caracter de Black, quedando en meras anécdotas de lo que será realmente una aventura de este personaje, como las secuencias de rescate con orina o el enfrentamiento con un robot gigante, que quedan deslucidas por las frases "graciosas" de Black, y el extra de humor en las mismas.
Aunque si algo se espera de una película de este tipo es una buena calidad en los efectos especiales, pues debemos ver en todo momento a Gulliver destacando sobre los liliputienses, pero ni en la era dorada de los efectos visuales se logra que creamos que estamos ante un descomunal ser en plena población diminuta, notándose demasiado la superposición, y creyendo que estamos ante una nueva entrega de las películas clásicas de Godzilla en vez de la era digital con fondo verde donde todo es posible.
Los espectadores más adultos y cinéfilos disfrutarán de ciertas escenas en las que se rememoran las secuencias más célebres del cine de nuestra adolescencia / infancia, como escena en la que Darth Vader declara que es el padre de Luke, o el hundimiento del Titanic, todos ellos interpretados en un teatrillo de liliputienses para divertimento de Gulliver y la población local.
En si, Los viajes de Gulliver no es una película que atraiga para ser vista con los amigos, aunque si en familia si se va con pequeños, que disfrutaran sin darle relevancia a la calidad de los efectos especiales. Lejos de ser una adaptación fiel de la historia de Jonathan Swift deberían haber realizado una película independiente, tal y como la han hecho, pero sin usar el título original, ni teniendo que haber recurrido al odioso 3D de postproducción.Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.