Siempre me ha sorprendido cómo el cine clásico de Hollywood puede ser más inocente que el actual, en sus formas, pero al mismo tiempo mucho más atrevido, en sus contenidos. El Apartamento, una obra maestra de la que poco más se puede decir, es una comedia romántica que produce auténtico asco hacia la Humanidad y que incluye abusos de poder, sórdidas infidelidades de oficina y dos intentos de suicidio. Tanta amargura difícilmente se podría encontrar en el cine mainstream actual.
El Apartamento es una de las películas más deprimentes que he visto y una de mis favoritas de todos los tiempos. Billy Wilder e I.A.L. Diamond se empeñan en mostrarnos a su protagonista, C.C. “Bud” Baxter (Jack Lemon), como un perdedor que vive una existencia solitaria entre compañeros de trabajo sin alma y jefes déspotas. Baxter descubre que la única forma de no ser uno más en la opresiva oficina de infinitos escritorios en la que trabaja, la única forma de ascender, es perder su humanidad. El retrato que se hace aquí del ambiente laboral es tan frío y cruel como realista.
Lo más triste de la película es que Baxter es un romántico –lo peor que se puede ser en esta vida- y se enamora de una compañera de trabajo, Fran Kubelik (Shirley MacLaine), a la que ve todos los días y a la que cree conocer: ha mirado su ficha y sabe todos sus datos personales. Pero Baxter se equivoca, porque aunque se empeña en ver algo bueno en Fran, acaba descubriendo que ella es como los demás: una mujer capaz de liarse con un hombre poderoso, el jefe de todos, el señor Sheldrake (Fred McMurray).
Los cánones de Hollywood mandan. Al final Baxter y Fran acaban en lo que parece un final feliz. Pero siempre me ha resultado inquietante que cuando retoman la partida de cartas en el sofá, Buddy le confiesa su amor repetidamente a Fran y ella nunca le responde con un “yo también te quiero”.