Para un discípulo de Wittgenstein, la idea de un asesino en serie que viaja en el tiempo y elimina a Descartes, Kant, Platón o Aristóteles, debe resultar fascinante. Una posibilidad de este talante es desarrollada en este libro. Se trata de un programa de la policía, en un Londres futuro, el cual clasifica a los individuos según sus configuraciones neurológicas. El objetivo es identificar a las personas con altas probabilidades de convertirse en asesinos en serie. A quien diseñó el programa, se le ocurrió utilizar los nombres de los autores de una colección editorial de textos clásicos para designar en los archivos a los miembros de este selecto grupo de sospechosos neurológicos y justamente a uno de ellos le tocó el remoquete de "Ludwig Wittgenstein". El descubrimiento de su perfil de asesino significó un cambio para el Wittgenstein de este libro: se dió a la tarea de asesinar todos los miembros del grupo de asesinos en serie potenciales. Si mal no recuerdo empezó con Descartes, a quien le propinó un disparo, lo más parecido que hay en este mundo a una demostración perfecta. La investigadora a cargo del caso, una mujer inteligente y con un odio instintivo por los hombres, sigue con fascinación las hazañas de Wittgenstein y, en el camino, decide consultar al decano de filosofía de la Universidad de Oxford. En uno de los mejores momentos de la novela, el decano le explica a la policía la profunda afinidad que hay entre la investigación filosófica y la policíaca. Al final, Wittgenstein es capturado, y condenado, y casi todos los autores clásicos se salvan. Una pena, seguramente, a los ojos de ciertos discípulos de Wittgenstein.Pablo Rolando Arango.Libélula Libros.