Lo que no había imaginado era esta situación: ¿cómo podría leer este libro una persona de otro país interesada por la poesía, pero que desconoce lo que se cuece en España? Me ha resultado muy gratificante leer la crítica que hace de Los insignes la argentina Verónica Sotelo, alguien de otro país a quien sí le interesa la poesía.
«La poesía es triste y solitaria y huérfana» (David Pérez Vega; Los insignes)
«¿Por qué lo hiciste?» Hace pocos días, nuestro inefable director tuvo la "gentileza" de solicitarme la lectura de una novela que le enviaran desde España. Miré la portada y me quedé pensando en la razón. Generalmente, no es muy generoso a la hora de prestar sus libros y, para colmo de males, por esos días me había encargado la lectura de dos o tres obras con el oscuro fin de que escribiera una reseña, cosa que todavía sigue pendiente. ¿Para qué me pedía que lo leyera a la brevedad?
Comencé esa misma tarde y me quedé "prendida" hasta muy entrada la noche. Aunque parezca mentira, terminé ese libro en menos de quince horas (¿Será por aquello que se dice de que la «vida es mejor cuando te estás riendo»?) y al concluir su lectura supe (creo que ya lo sabía en la décima página) sus no tan oscuros intereses.
La mano viene así: Entre los cuatro pelagatos que hacemos Tardes Amarillas, una de las discusiones más frecuentes es acerca de la poesía (en general y en particular, por decirlo de algún modo). Tenemos miradas diferentes cuando evaluamos a quienes incluiremos o no en la revista. Como todos imaginarán, él con sus sesenta y cinco años tiene una concepción del hecho poético muy diferente a la que tenemos muchos jóvenes. Este libro que, entre otras cosas, es una parodia (¿sátira?) impresionante del ejercicio de la literatura en las redes sociales, me sirvió para comprender la mayoría de los cuestionamientos que tienen tipos como nuestro director, acerca de la que podríamos llamar "Poesía" en tiempos tan convulsos como estos del tercer milenio
Antonio es como los buenos sastres. No da puntada sin hilo; ya me había prestado alguna vez un libro de Conrado Nalé Roxlo titulado "La medicina vista de reojo" que explora el ejercicio de la medicina con ojos de humor; eso fue con el objeto de que comprendiese que muchas veces, los textos humorísticos, cuando contienen en su corpus la calidad necesaria y los elementos indispensables, también constituyen literatura (y de la buena). Sin embargo, este libro del español Pérez Vega, me ayudó mucho más que aquel que me prestara Antonio en dicha ocasión. Lo real es que, sobre aquel libro nunca pude ni quise escribir una reseña y sobre este sí.
Cuando terminé de leer el libro y le comenté que su estocada me había tocado, aproveché para preguntarle si le parecía correcto escribir una reseña sobre "Los insignes", me contestó que no... que no escribiera ninguna reseña. Me quedé sorprendida y un poco molesta por lo cual le pedí explicaciones. Cuando me las dijo, lo comprendí claramente pero decidí escribirla lo mismo porque presiento que más tarde o más temprano la terminará publicando. Sé que "Los insignes" lo dejó encantado (hemos conversado sobre eso) y sé también que se muere por ver una reseña de este libro en nuestro fanzine... Por eso lo hice.
«El amado líder supremo»
En el plano estrictamente literario, lo primero que quiero destacar es el argumento de la novela, algo que de por sí, resulta tan sorprendente por lo alocado, que a prima facie parece sencillo, pero se me ocurre que al autor le debe haber costado demasiado mantener una tensión permanente en la estructuración de la historia.
La conversación a través de Internet entre un poeta-bloguero de España y el líder norcoreano Kim Jong-un («Imaginación de escritor» diría el personaje "presta-libros") puede ocupar, sin dudas, un lugar en la literatura fantástica y, aunque parezca demasiado pretensioso de mi parte, creo que encubre una profunda crítica a la globalización en su sentido más estricto.
Sin necesidad de caer en falsos artificios, Pérez Vega construye cada capítulo con una precisión de relojero suizo y contando una historia lineal, al estilo tradicional, sin recurrir a esos recursos tan usados hoy en día (como la escritura fragmentaria y el flash back, por ejemplo). Las frases, las oraciones, es decir los elementos más importantes de la narrativa, estás dispuestos de tal manera que, cada idea, genera la necesidad de leer lo que sigue con una premura no habitual. ¿Cómo lo logra? Eso es lo llamativo. Las frases son tan sencillas y de tan fácil lectura que, probablemente, ese sea el quid de la cuestión.
Ahora bien... ¿Ese es su único objetivo? No... absolutamente no.
En el plano estrictamente retórico, cada una de las desopilantes conversaciones entre ambos, retrata con ojos de agudeza y desilusión (aunque parezca contradictorio) los nuevos modelos poéticos que, en definitiva, nunca sabremos si se deben a la propia globalización o a la necesidad de nuestros "cinco minutos de fama". ¿Será acaso «el poder de la globalización y la palabra»?
Reitero, las excéntricas charlas vía Skype entre Kim Jong-un y el calvo poeta español dicen bastante más de lo que uno puede imaginar en una primera lectura. Apuntan mucho más allá y terminan siendo un llamado a la reflexión. Y no se detiene aquí sino que hasta se da el lugar de dejar al desnudo la corruptela de algunos premios literarios (y aquí no puedo evitar recordar cuando hace pocos años las redes "echaban humo" debido a las críticas de todos los microficcionistas del mundo, entre ellos nuestro propio director, algunos de ellos con un enorme reconocimiento académico, por la concesión a un autor argentino de un espectacular premio de veinte mil dólares por un "microrrelato" que era un plagio hecho y derecho de un chiste popular en Estados Unidos, el que además incumplía con el reglamento que establecían las bases de "No ser copia ni modificación de otro texto conocido, de ser inédito pues ya se había publicado en un diario de Argentina y de no ser premiado pues en un concurso previo ya había obtenido el segundo premio).
Pero creo que me estoy desmadrando. Quiero volver a la novela de Pérez Vega.
«Las batallas perdidas por la poesía de antemano.»
Por el 2009, aproximadamente, Stephen Adams, corresponsal de Cultura del diario The Telegraph, de Londres, sostuvo que «La poesía, una de las formas de arte más antiguas de la humanidad, está disfrutando de un resurgimiento debido a Internet, según los mismos escritores.» «...En lugar de matarlo, las tecnologías modernas como el correo electrónico, los sitios de redes sociales como Facebook y los reproductores de medios en línea están ayudando a los poetas a llegar a nuevos públicos.» «La escena popular está creciendo ahora, con las lecturas de poesía en vivo cada vez más populares y más poetas que publican sus propios panfletos.»
¿Es cierto esto? Por supuesto que sí, pero la pregunta del millón es ¿Ha contribuido también a mejorar la calidad de la poesía que se escribe y se lee en las redes?
En la vereda opuesta a quienes aplauden el "resurgimiento de la poesía", la bloguera mexicana Avelina Lésper, crítica de arte, en uno de los artículos publicados en su página Web desacredita la "nueva poesía" cuando dice: «Es innecesario estudiar literatura, mucho menos preocuparse por lo elemental en sintaxis y ortografía, estorba el pensamiento profundo, para ser escritor basta con abrir una cuenta de Twitter. Marcel Proust dedicó 13 años para escribir "En busca del tiempo perdido" y la muerte dejó inconclusa su obra, un twitterazo se publica cada segundo, y con la recopilación de las ocurrencias cotidianas los autores publican libros más "acordes con el tiempo que nos tocó vivir".
Se me ocurre que, a mitad de camino, hay un punto de equilibrio. Digo, que las redes tienen beneficios y desventajas a la hora de permitir en su seno la convivencia de todos los "escritores" (poetas, narradores, microficcionistas, blogueros, twiteratos y todas las "razas" que conviven en ese espacio virtual) y que hay que ser un muy buen lector para diferenciar la paja del trigo
Aunque parezca una excesiva lisonja para Pérez Vega (Generación X) de parte de una "millennials", debo decir que este libro, me ayudó a comprender un poco mejor lo que hoy se publica bajo la denominación de "poesía". en cuanto medio virtual existe y existirá en los tiempos por venir y hasta en aquellos tradicionales, como el soporte en papel de libros, fanzines, opúsculos y otras formas.
Es en este punto, donde la novela de Pérez Vega entra en la categoría de "lectura obligatoria" porque creo que, además de brindarnos un excelente momento de rélax, sin alterar el ejercicio beneficioso del ocio a través de la lectura, nos arrastra, indefectiblemente, a la reflexión profunda y al replanteo de los valores artísticos de lo que leemos.
Lo mejor es que, este libro tan difícil de conseguir en Argentina (por ejemplo, muchos de mis amigos ni siquiera conocen al autor y la editorial Sloper, no estaba en los registros de las librerías más tradicionales de nuestro país), ahora sí se puede conseguirse a través de una tienda virtual muy difundida en las redes y a la que no mencionaré porque no acostumbramos incluir "chivos" publicitarios en nuestra revista.
«¿Qué sería de la poesía verdadera sin los poetas olvidados?»
El otro aspecto meritorio que tiene esta novela, es que con alguna de sus, aparentemente inocuas aseveraciones, nos está llamando a reflexionar acerca de lo indispensable de la lectura como paso previo a la escritura, sin la cual, cualquier texto, por gran talento que tenga el autor, terminará por carecer de valor. Si un poema nos produce rechazo por el mal empleo de la palabra escrita, la poesía solamente servirá como un acto meramente catártico y sin sentido que no producirá goce estético en el lector.
«¿Qué sería de la poesía verdadera sin los poetas olvidados?» se pregunta Pérez Vega. No he leído desde hace tiempo una indirecta más directa. Desde mi modesto punto de vista, esta es una gran lección... Lo que el autor nos está diciendo (o al menos así lo siento) es «Muchachos... El resguardo de la poesía, el reaseguro de la poesía, al amparo de la poesía, son los textos que han logrado trascender a todos los tiempos... tened cuidado, puede que vuestros escritos no trasciendan más allá del próximo lustro y hasta quizás del próximo año. Leed a los viejos, leed a los olvidados, leed buena poesía y así, probablemente algún día, podréis escribir textos que os trasciendan»
Estas reflexiones (absolutamente mías y escritas en lenguaje coloquial español ex profeso) no logran encubrir el equilibrio ya que Pérez Vega sostiene de manera enfática que, así como hay mucha poesía (y muchos autores) de poco valor, en la red, también podemos leer muy buena poesía escrita por jóvenes porque en definitiva la buena poesía no es una cuestión etaria sino una cuestión de talento, mucho trabajo, mucha dedicación y sobre todo mucha lectura.
«Prometo no olvidarlo nunca»
Aunque la palabra promesa suene azarosa en los tiempos actuales, tengo la certeza de que a este libro voy a volver (y más de una vez). Es de esos libros que no resultan ser "difíciles de olvidar" sino que NO se pueden olvidar. No solamente por los gratos momentos de su lectura sino por lo mucho que me ha enseñado en las dos veces que me sumergí en la historia, una de aproximadamente quince horas y la segunda un poco más medulosa, sin contar las veces que lo abrí para recordar un pasaje subrayado a lápiz por Antonio.
Este libro, deja marcas... Si me conceden licencia para comparar, deja estigmas que señalan de manera indefectible que cualquiera de nosotros que se haya visto atrapado por la novela, termina por participar junto a Pérez Vega en la pasión de la poesía.
Pues bien... de esto se trata; de descifrar los meandros del arte poético y comprender que, el ejercicio de escribir poesía no es algo tan banal como lo es la mayoría de los textos que leemos cotidianamente en las redes y que leer una buena novela que, además de arrancarnos sonrisas, nos haga reflexionar, es un ejercicio invaluable para el ocio y el goce estético.
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Muchas gracias, Verónica Sotelo.