Los personajes no tienen ningún desperdicio y tampoco están vacíos, cada uno es especial y está muy diferenciado de los otros. Me sorprenden algunos de ellos con características bastante similares a los de la actualidad. Por ejemplo, Howl. Perfectamente podría ser el chico problemático de instituto que se liga a todas las chicas y vuelve locas a las madres pero que en realidad, no es tan frío y holgazán como parece. A este mago se le describe como un auténtico metrosexual al que únicamente le preocupa que al mirarse al espejo hasta él mismo sienta amor por su rostro. Por otro lado, está la joven Sophie Hatter a punto de acabar sus estudios. La hermana mayor de su familia, que siempre se ha considerado sólo eso y lo que conlleva serlo, despreciando inconscientemente todas sus demás cualidades. Por ello, ni se ve tan guapa como sus hermanas, ni tan inteligente ni merecedora de nada. Ella no lo sabe, pero tiene un gran complejo de inferioridad compitiendo con una gran fortaleza interior. Así que cuando Howl y Sophie terminan viviendo en la misma casa, muchas cosas empiezan a ocurrir. Claro que como en toda buena leyenda que se precie, ya sea en La Bella y la Bestia, La Sirenita... siempre hay que romper una maldición para descubrir el verdadero amor.
En definitiva, El Castillo Ambulante ha sido una lectura llena de emociones y sentimientos encontrados, con una curiosa y extraña historia de amor que te hace reflexionar pero, sobre todo, disfrutar mucho. Es un relato tan hermoso y encantador como es la película animada, que también recomiendo ver. Ya advierto, que, en general, el hilo argumental es muy similar en las dos y aún así merece la pena no perderse ninguna de ambas.
Agradecimientos a editorial Berenice (Almuzara)