La mujer que se hizo monja a los 96 años
Vivió como religiosa por más de 90 años, sin estar consagrada.
Es la fiesta de la Natividad de María y la hermana Bienvenida (Josefina Villa) nos recibe en su Convento Nuestra Señora del Carmen, en La Pintana, donde vive junto a su comunidad religiosa "Servidoras del Señor y la Virgen de Marataná", la rama femenina del Verbo Encarnado. Sus días transcurren entre el tejido, las lecturas espirituales y las oraciones; de vez en cuando, toca piano.
Josefina Villa nació en Ercilla hace 103 años. Desde muy niña quiso ser religiosa, y aunque pudo entrar a un convento, tuvo que dejarlo a los pocos meses por una enfermedad. Ese mismo día, en 1926, su hermano Ambrosio celebraba su primera misa como sacerdote en Carahue. Allí Josefina supo que su apostolado estaría junto a su hermano, al que acompañó hasta que ella cumplió 96 años de edad.
En 1990, Josefina y su hermano recibieron a un niño por encargo de un Juzgado de Menores. Hace un par de años, estando en el Santuario de Santa Teresa de Los Andes, ella y el niño vieron a unos seminaristas. El adolescente se les acercó y le pidió al sacerdote que los acompañaba que lo confesara. Le expuso su deseo de consagrarse y al año siguiente ingresó al Instituto del Verbo Encarnado, en Mendoza.
"Un día, sin que yo supiera, este niño habló con el Superior del Verbo Encarnado y le contó que acá en Chile vivía con un señora de más de 90 años que siempre quiso ser monjita. Nadie entendía cómo esta señora, a su edad, quería ser religiosa. Pero como para Dios no hay nada imposible, el Superior del Verbo Encarnado llamó a las hermanas en Chile y les pidió que me fueran a conocer a Angol. Solicité ingresar al convento y, después de un mes, la Superiora me llamó y me dijo: 'Estás admitida'. Lloré como nunca lo había hecho en mi vida", comenta la religiosa.
Hoy, convertida en una de las monjas de mayor edad en el mundo, espera ilusionada la ordenación sacerdotal del joven al que educó.
Para el Centenario, la hermana Bienvenida tenía tres años y algo recuerda, por lo que le contaron sus hermanos. "Fueron días de mucha alegría. Mis hermanos participaban de todas las actividades en el colegio. Había coros y danzas, canciones referidas a la naturaleza y las estaciones del año, del campo, de la montaña", comenta.
A sus 103 años, la hermana Bienvenida confiesa que tiene poca imaginación, pero que para este Bicentenario sueña con un Chile "donde no haya más drogas, reine la paz y la unidad entre todos".